Un informe reciente del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo destaca las posibles disparidades en los beneficios de la inteligencia artificial (IA), en medio del entusiasmo que rodea a su rápido desarrollo. El documento advierte que, a menos que se tomen medidas proactivas, los beneficios de la IA recaerán en gran medida en los países más ricos, exacerbando las desigualdades existentes en el acceso a las necesidades básicas y a las tecnologías avanzadas.
El informe establece paralelismos con la “Gran Divergencia” de la Revolución Industrial y destaca que así como algunos países occidentales prosperaron mientras que otros se quedaron atrás, la actual ola de tecnología de inteligencia artificial podría igualmente ampliar la brecha entre países. El documento plantea preguntas críticas sobre cómo la IA afectará el empleo, especialmente en sectores donde los roles humanos pueden ser reemplazados por la automatización.
Si bien gran parte del diálogo en torno a la IA se centra en aspectos como la productividad y el crecimiento económico, el informe insta a un cambio de perspectiva sobre sus implicaciones para las vidas humanas, especialmente para las comunidades marginadas. Las poblaciones vulnerables (como las personas mayores, las personas desplazadas por conflictos y las personas que enfrentan barreras a la tecnología) corren el riesgo de volverse “invisibles” debido a su exclusión de los marcos basados en datos, según muestran los hallazgos.
El informe subraya que la IA, como tecnología de propósito general, tiene el potencial de aumentar la productividad e impulsar nuevas industrias, brindando oportunidades para que las regiones rezagadas se pongan al día. Las aplicaciones notables incluyen un mejor asesoramiento agrícola, diagnósticos médicos más rápidos y mejores evaluaciones del riesgo de desastres, que pueden beneficiar significativamente a las zonas rurales y comunidades afectadas por desastres naturales.
Sin embargo, el informe también señala preocupaciones relacionadas con el aumento del consumo de energía por parte de los centros de datos en países tecnológicamente avanzados. La mayor demanda de electricidad podría obstaculizar los esfuerzos para reducir las emisiones de carbono, contribuyendo a la actual crisis climática. Además, las preocupaciones éticas que rodean a la IA, como los riesgos para la privacidad, el auge de la tecnología deepfake y el potencial de ataques cibernéticos automatizados, merecen un examen cuidadoso.
El informe destaca el acceso desigual a los recursos en la región de Asia y el Pacífico, donde alrededor de una cuarta parte de la población carece de conectividad en línea confiable. Esta brecha digital podría excluir a millones de personas de oportunidades económicas, educación y servicios digitales esenciales, dejándolas en el lado equivocado de una economía impulsada por la IA. Países como Afganistán, Maldivas y Myanmar enfrentan desafíos particulares y no tienen la infraestructura necesaria para participar efectivamente en el panorama de la IA.
Los riesgos de la desinformación, la vigilancia y los algoritmos sesgados son cuestiones apremiantes que subrayan la necesidad de transparencia y regulación efectiva dentro de los sistemas de IA. El informe destaca la necesidad de que los gobiernos fortalezcan la infraestructura digital, amplíen las oportunidades educativas y creen marcos para la competencia leal y la protección social.
En última instancia, el documento pide un esfuerzo colectivo para democratizar el acceso a la tecnología de IA. Al invertir en soluciones que mejoren a todos los miembros de la comunidad, especialmente aquellos en riesgo de ser marginados, el objetivo es garantizar que los beneficios de la IA se compartan equitativamente, fomentando una economía global más inclusiva.



