Una investigación reciente realizada por Fabian Kratz y Josef Brüderl de la Universidad Ludwig Maximilian de Munich ha puesto en duda la idea comúnmente aceptada de que la felicidad sigue una trayectoria en forma de U a lo largo de la vida de una persona. Tradicionalmente, los estudios han sugerido que las personas son más felices en la edad adulta temprana, experimentan una caída en la mediana edad y luego regresan a la felicidad en la vejez. Sin embargo, Kratz y Brüderl sostienen que esta forma de U es más el resultado de sesgos metodológicos que de cualquier patrón real observable en el comportamiento humano.
Sus hallazgos, publicados en el Revista sociológica europeasugieren que la felicidad disminuye gradualmente durante la edad adulta, experimentando un pequeño repunte a principios de la década de 1960 (a menudo llamada la “edad de oro”) y luego disminuyendo drásticamente en años posteriores. Para llegar a esta conclusión, los investigadores analizaron datos de encuestas a largo plazo del Panel Socioeconómico Alemán (SOEP), de 1984 a 2017, para identificar las inconsistencias en estudios anteriores.
Kratz y Brüderl se centraron en un problema específico de las ciencias sociales: la crisis de replicación, donde los investigadores han luchado por reproducir consistentemente los hallazgos de estudios anteriores. Observaron que el bienestar subjetivo (BS) con respecto a la edad es especialmente sensible a estos desafíos de replicación. Los investigadores utilizaron literatura moderna sobre inferencia causal para aclarar los patrones conflictivos de estudios anteriores sobre la felicidad.
En su análisis, identificaron varios sesgos comunes, como el sesgo de deseabilidad social, donde los participantes pueden inflar sus niveles de felicidad debido a la presión social. También se destacó el sesgo de supervivencia, ya que muestra que aquellos que son infelices (a menudo debido a problemas de salud) tienen menos probabilidades de aparecer en las encuestas, lo que sesga los resultados hacia personas más sanas y felices en el futuro.
Una parte clave de su metodología fue evitar el «sobrecontrol», que se refiere a la práctica de controlar variables mediadoras como la salud o el estado laboral. Los investigadores sostienen que controlar estos factores distorsiona los efectos causales generales y tergiversa la relación entre edad y felicidad.
Para validar sus afirmaciones, Kratz y Brüderl replicaron estudios anteriores manipulando varios sesgos. Sus hallazgos refutaron consistentemente la existencia de una curva de felicidad en forma de U y, en cambio, señalaron una disminución de la felicidad después de finales de la década de 1960. También informaron de una falta de evidencia que respalde la hipótesis de la crisis de la mediana edad, afirmando que cualquier caída en la felicidad alrededor de los 58 años no debe considerarse indicativa de una crisis, sino más bien una disminución gradual a lo largo de los años.
A pesar de sus hallazgos, los investigadores reconocen la dificultad de medir la felicidad objetivamente, enfatizando que los informes subjetivos pueden ser poco confiables y que los factores culturales y geográficos juegan un papel importante en la configuración de las experiencias de felicidad. Advierten que su análisis se limita a datos de Alemania y que es posible que otros factores variables no queden plenamente reflejados en sus modelos.
En resumen, su investigación invita a reevaluar cómo se perciben los cambios en la felicidad relacionados con la edad y destaca la importancia del rigor metodológico a la hora de estudiar el bienestar subjetivo.