En una medida innovadora que podría cambiar significativamente el panorama nuclear mundial, el presidente Donald Trump anunció el jueves por la mañana que ordenó al Pentágono que inicie pruebas de armas nucleares, las primeras pruebas de este tipo en más de tres décadas. En declaraciones a Truth Social, Trump enfatizó que su decisión es una respuesta directa a los programas de pruebas implementados por otros países. «Debido a los programas de prueba de otros países, he ordenado al Departamento de Guerra que comience a probar nuestras armas nucleares sobre una base equivalente», afirmó. El Presidente indicó que este proceso se iniciaría de inmediato.
El anuncio de Trump, que actualmente se encuentra en una gira diplomática por Corea del Sur, se produce justo antes de una reunión crítica con el líder chino Xi Jinping. Si bien se espera que las discusiones se centren principalmente en el comercio, la declaración del presidente podría eclipsar estas conversaciones dadas las complejidades que rodean el armamento nuclear.
Los detalles sobre la naturaleza específica y el cronograma de las pruebas nucleares planeadas siguen siendo vagos, y no ha habido ninguna declaración inmediata de la Casa Blanca o el Pentágono sobre este acontecimiento. Históricamente, Estados Unidos realizó una prueba nuclear por última vez en 1992, un período en el que el Congreso presionó cada vez más para detener tales experimentos después del final de la Guerra Fría. Ese mismo año el ex presidente George HW Bush promulgó formalmente una moratoria sobre las pruebas, una política que sigue vigente.
La decisión de Trump ha generado alarma sobre la posibilidad de una escalada de tensiones en un entorno nuclear ya precario. El equilibrio de poder en materia de armas nucleares ha estado dominado principalmente por Estados Unidos y Rusia, los cuales están sujetos a un tratado posterior a la Guerra Fría que limita el número de ojivas nucleares desplegadas a un máximo de 1.550. Sin embargo, el surgimiento del creciente arsenal nuclear de China complica esta dinámica. Estados Unidos afirma que China ha aumentado significativamente su arsenal de armas nucleares de unas 200 ojivas en 2020 a unas 600 este año. Se teme que este camino pueda llevar a que China iguale el número de ojivas nucleares de Estados Unidos y Rusia, convirtiendo las negociaciones bilaterales en una competencia tripartita.
En su publicación, Trump destacó la dinámica cambiante del poder y dijo que “Rusia está en segundo lugar y China está en un distante tercer lugar, pero eso será igualado en cinco años”. Esta escalada ha establecido paralelismos con el clima de carrera armamentista de la Guerra Fría, lo que genera preocupación entre analistas y formuladores de políticas sobre el potencial de un aumento de las tensiones militares.
Mientras Estados Unidos considera su estrategia nuclear, China se ha abstenido en gran medida de participar en los marcos de negociación utilizados por Estados Unidos y Rusia, cuyo objetivo es evitar malentendidos sobre las armas de destrucción masiva. Recientemente, el Ministerio de Asuntos Exteriores chino rechazó la idea de conversaciones trilaterales, calificándolas de «irrazonables y poco realistas».
Por otro lado, Rusia ha demostrado activamente sus avances en capacidades nucleares. Los recientes anuncios del presidente Vladimir Putin apuntan a pruebas exitosas de superarmas nucleares, incluido el Poseidón, un dron submarino con capacidad nuclear que podría llegar a la costa oeste de Estados Unidos si se lanza desde el este de Rusia. Putin afirmó que “no hay forma de interceptar esta arma”, aunque persisten dudas sobre su eficacia operativa.
A medida que Estados Unidos determina su respuesta, crecen los llamados entre los asesores de defensa para una política nuclear más agresiva, pidiendo la introducción de métodos nuevos y modernos de disuasión nuclear. Las consecuencias de una creciente carrera armamentista nuclear podrían extenderse mucho más allá de la seguridad nacional, afectando las alianzas con socios europeos y asiáticos que dependen del paraguas nuclear estadounidense, además de imponer costos significativos a los contribuyentes estadounidenses. El Pentágono ya está modernizando sus viejos sistemas de misiles balísticos intercontinentales, y se espera que la nueva clase Sentinel cueste alrededor de 140 mil millones de dólares.
La situación que se está desarrollando plantea preguntas críticas sobre la seguridad global y el futuro de la disuasión nuclear, mientras los países lidian con las implicaciones de las renovadas pruebas de armas y la competencia estratégica.



