Un descubrimiento notable en el sur de Francia ha revelado un raro conjunto de fósiles de arañas que se estima tienen entre 23 y 34 millones de años. Estos fósiles, encontrados en la Formación Aix-en-Provence, han fascinado a los científicos por su preservación excepcional y el hecho intrigante de que emiten un brillo bajo luz ultravioleta.
La investigación, detallada en un estudio reciente publicado en Comunicación Tierra y Medio Ambienteindica que estos fósiles se encuentran entre los artrópodos terrestres mejor conservados de la época del Oligoceno. Un equipo de investigación de la Universidad de Kansas examinó esta preservación inusual y descubrió un importante proceso químico que jugó un papel crucial en la protección de los especímenes durante millones de años.
La Formación Aix-en-Provence ha sido durante mucho tiempo un tesoro escondido para los paleontólogos, data de finales del siglo XVIII y cuenta con una amplia gama de vida bien conservada de la era Cenozoica. El sitio ha proporcionado evidencia fósil de todo, desde flora antigua hasta varios artrópodos terrestres, incluidos insectos y arañas. Lo que llama especialmente la atención es la abundancia de fósiles de arañas encontrados en esta zona, una anomalía teniendo en cuenta que los organismos blandos como las arañas suelen ser difíciles de fosilizar debido a su tendencia a descomponerse antes de mineralizarse.
Alison Olcott, autora principal del estudio y profesora de geología en la Universidad de Kansas, enfatizó la rareza de tales hallazgos y señaló que «la mayor parte de la vida no se convierte en fósil». Al carecer de partes duras como huesos o caparazones, las arañas no suelen dejar rastro de su existencia.
Un momento crucial en la investigación ocurrió cuando el equipo utilizó un microscopio fluorescente para examinar los fósiles de arañas. Inicialmente, los fósiles parecían indistinguibles de la roca circundante, pero bajo luz ultravioleta mostraron una luminiscencia sorprendente. Este brillo inesperado impulsó más investigaciones sobre la composición de estos especímenes antiguos.
Los investigadores descubrieron que el brillo provenía de un polímero oscuro de carbono y azufre parecido al alquitrán, que recuerda al material que se encuentra en las carreteras. Esta composición química no sólo fue responsable de la visibilidad de los fósiles, sino que también indicó un fenómeno conocido como sulfuración, que contribuyó a la notable preservación de las arañas.
Un análisis adicional reveló que los fósiles de arañas estaban encerrados en esteras de dos tipos de microalgas, específicamente diatomeas. Estos organismos microscópicos, que normalmente se encuentran en ambientes acuáticos, producen una matriz extracelular pegajosa que probablemente creó un ambiente bajo en oxígeno propicio para reducir la descomposición. Este ambiente permitió la sulfuración de la materia orgánica y protegió a las arañas durante millones de años.
Se cree que la interacción entre estas esteras de diatomeas y los exoesqueletos de quitina de las arañas facilitó la formación de enlaces disulfuro, estabilizando químicamente los especímenes a lo largo del tiempo geológico. Este proceso es análogo a la vulcanización, un método utilizado en la producción de caucho.
Los hallazgos del estudio arrojan luz sobre el potencial de mecanismos de conservación similares en otros depósitos de fósiles del Cenozoico, donde los organismos de cuerpo blando suelen estar bien conservados. Olcott señaló que hasta el 80% de estos sitios pueden tener conexiones con ambientes ricos en diatomeas, lo que indica que esta estrategia de conservación podría estar más extendida de lo que se pensaba anteriormente. Aunque se necesita más investigación para desentrañar las complejidades de los fósiles, los fósiles de Aix-en-Provence representan una contribución importante a los estudios paleontológicos y a nuestra comprensión de los ecosistemas antiguos.