Las discusiones sobre la moralidad a menudo se centran en las acciones, como resultado de qué debates se preguntan si ciertas acciones son correctas o incorrectas. Sin embargo, hay una nueva dimensión de las discusiones morales sobre el aumento, una dimensión, una dimensión que se refiere a los objetos diarios, desde botellas de plástico y teléfonos inteligentes hasta los alimentos que consumimos. Investigaciones recientes enfatizan que estos objetos pueden encarnar el significado moral, y tales atribuciones de moralidad pueden evolucionar con el tiempo.
Un ejemplo relevante son los tatuajes. Las perspectivas históricas muestran una sorprendente evolución en los sentimientos sociales con respecto al tatuaje. Inicialmente, los tatuajes no fueron vistos como estigmatizantes, sino más bien marcadores de identidad, protección espiritual o convicción social, un sentimiento que hoy en día persiste en diferentes culturas, como entre los kurdos e inuit. Sin embargo, durante el siglo XIX, las implicaciones morales de los tatuajes comenzaron a variar, lo que señaló cambios en la percepción pública. Para los marineros, los tatuajes simbolizaron coraje o aventura; Por el contrario, algunos segmentos de la sociedad los consideraron como indicadores de desviación o no conformidad.
A través de una meta-síntesis de estudios existentes, los investigadores desarrollaron un marco para comprender cómo se forman y transforman las atribuciones morales en los mercados. Sus hallazgos indican que los juicios morales colectivos con respecto a los objetos varían entre los contextos y son todo menos estáticos. Estos juicios están influenciados por varias entidades sociales, incluidas individuos, grupos y organizaciones. Este proceso, llamado ‘moralización del mercado’, da como resultado lo que los investigadores llaman ‘sentimientos morales del mercado’.
Los sentimientos morales del mercado se caracterizan por su complejidad; No son ni uniformes positivos ni negativos. Una ilustración convincente se encuentra en el debate sobre el consumo de carne. Mientras que los veganos lo defienden por razones morales, otros grupos de alimentos de carne consideran culturalmente necesarios o moralmente neutrales, lo que demuestra el número de perspectivas morales.
Con la ayuda de la teoría de la red de actores, los investigadores han mapeado las etapas de la moralización del mercado: problematización, registro, procesamiento y movilización. Este marco conceptual ilustra cómo se evocan y discuten los problemas, de modo que finalmente se forman nuevos sentimientos colectivos. Las negociaciones exitosas pueden conducir a cambios en el consenso, que influyen en las recomendaciones, como las pautas de alimentos, mientras que los errores en estas negociaciones pueden significar que los sentimientos anteriores siguen siendo profundos.
Los resultados de la moralización del mercado pueden desarrollarse de varias maneras. Un objeto puede alcanzar un «sentimiento moral armonizado», por el cual un fuerte consenso determina su valor moral, como el amplio acuerdo de que las donaciones de caridad son buenas. Como alternativa, un objeto puede experimentar un «sentimiento moral dividido», con diferentes puntos de vista, como se puede ver en el caso de los propietarios de Hummer, que defienden sus elecciones como expresiones de libertad contra las críticas al daño ambiental.
En otros escenarios, los sentimientos morales pueden permanecer propagados, con solo unas pocas voces que desafían estándares sociales más amplios, al igual que los primeros críticos de las corridas de toros en España. Finalmente, las organizaciones pueden imponer posiciones morales al público a través de las regulaciones, lo que resulta en la conformidad, incluso en medio de la opinión privada abnormal, que recuerda al cumplimiento público de los mandatos Covid-19, como la apoyo a las máscaras y las vacunas.
Es crucial comprender la interacción de los mercados y los valores morales. Cuestiones como el cambio climático, el racismo, los derechos de los animales y la igualdad de género ilustran la relación entre la moral y el comportamiento del mercado vivo. Las marcas a menudo navegan este panorama adaptándose a los sentimientos morales existentes, como se ve en compañías como Lush, que ha hecho declaraciones importantes sobre temas sociales.
En última instancia, la fluidez de los juicios morales con respecto a los objetos revela que las disputas morales a menudo no están arraigadas en verdades inmutables, sino que están influenciados por contextos culturales, sociales e históricos. Esta idea no solo es esencial para las personas que desean comprender los desacuerdos morales, sino también para los gerentes que se esfuerzan por aplicar reclamos morales a sus productos de manera responsable. También sirve a los encargados de formular políticas para hacer regulaciones informadas que reflejen el sentimiento público sobre cuestiones éticas complejas. La visión de este paisaje dinámico puede conducir a enfoques de moralidad más extensos y matizados en la vida diaria.