Los ataques de la Armada de Trump crean atención legal y ética


Donald Trump ha alimentado una considerable controversia después de sus órdenes a la Marina Americana de realizar ataques militares contra los barcos sospechosos de tráfico de drogas de Venezuela. El recuento actual de los asesinados es 14, después de ataques confirmados en dos barcos. Sin embargo, Trump sugirió recientemente que un tercer barco también puede ser el objetivo, lo que indica una iniciativa militar más amplia que ha pedido alarmas entre expertos legales y analistas políticos.

El razonamiento del gobierno de Trump depende de conectar envíos de drogas relacionados con la pandilla venezolana de Aragua para una amenaza directa para la seguridad nacional estadounidense. La preparación de estas personas como «narcotroristas» permite a Trump justificar su eliminación sin la aprobación anterior del Congreso, un enfoque que caracteriza a muchos expertos como una interpretación imprudente del poder presidencial.

Los críticos afirman que tales acciones significan una desviación de los estándares establecidos con respecto a la participación militar y el derecho internacional. Aunque Estados Unidos tiene mecanismos para prohibir el cargo ilegal en alta mar, esas actividades generalmente confían en la evidencia y se adhieren a los protocolos diseñados para minimizar el daño del colapso. El poder militar solo se justifica en circunstancias muy específicas donde hay una amenaza inminente, un estándar que parece estar evitando las acciones de Trump, de modo que la preocupación es que Estados Unidos se posicione como un actor deshonesto en las aguas internacionales.

Históricamente, la prueba de Caroline de un caso de 1837 describió las circunstancias estrictas bajo las cuales la fuerza puede usarse en defensa propia; Estas condiciones especifican que las amenazas deben ser de inmediato y abrumadoras. Los científicos legales afirman que las afirmaciones de Trump no cumplen con estos criterios, en particular porque no ha habido sustanciación de un peligro inmediato de los barcos previstos. El precedente observado por las administraciones anteriores, incluso en el uso de ataques de drones, incluía marcos legales estrechos y requirió supervisión y evidencia del Congreso que podría justificar el uso de la fuerza fatal.

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En un sorprendente giro de los acontecimientos, Trump parece ser igual al contrabando de drogas con daños físicos inminentes, con la propuesta de que los peligros de las drogas exigen una reacción militar relacionada con las reservadas para amenazas explosivas que se acercan a las costas estadounidenses. Los críticos rechazan esta analogía y afirman que hay medios legales y menos fatales para abordar el tráfico de drogas sin recurrir a resumir las ejecuciones en el mar.

Además, las consecuencias legales de las órdenes de Trump van más allá de los incidentes inmediatos en el mar. Los abogados militares han expresado su preocupación por la legalidad de estas huelgas y las posibles consecuencias para el personal involucrado. Según los informes, algunos asesores legales dentro del Pentágono aseguran que, bajo un punto de partida tan vago de participación militar, los miembros del servicio estadounidense podrían exponer el servicio estadounidense a las acusaciones de crímenes de guerra u otras consecuencias legales.

El despido del asesor legal a favor de una actitud más agresiva ha alentado la historia de Trump, en la que el vicepresidente JD Vance respalda públicamente la violencia fatal contra los carteles. Tales comentarios pasan por alto los principios fundamentales del comportamiento militar y, en cambio, afirman que el ejército debe servir en primer lugar a las pautas del Presidente, una idea de que la percepción del papel del ejército dentro de la sociedad estadounidense podría cambiar.

Las ramas de estas tácticas a menudo se extienden a la arena política, donde Trump ha calificado a varios grupos nacionales, incluidos ‘antifa’, como organizaciones terroristas. Esta extensa definición plantea preguntas sobre quién puede convertirse en el objetivo bajo categorizaciones tan amplias, lo que desvanece las líneas entre la acción militar legítima y la represión política.

La situación ilustra un equilibrio precario entre la seguridad nacional y el cumplimiento del estado de derecho, con énfasis en los riesgos cuando la política militar está dirigida por la toma de decisiones impulsivas en lugar de los marcos legales establecidos. Mientras continúan las discusiones sobre estas acciones militares, los expertos legales y los oficiales militares instan a un retorno al respeto por las leyes que regulan el uso de la violencia y enfatizan que el Ejército debe trabajar dentro de las limitaciones del derecho nacional e internacional, independientemente de las directrices del presidente.



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