Un equipo de astrónomos de Taiwán ha proporcionado evidencia convincente de la existencia de un planeta asumido, generalmente conocido como planeta 9, ubicado más allá de Plutón en las áreas externas de nuestro sistema solar. Este descubrimiento, basado en datos del satélite astronómico infrarrojo (IRAS) y el satélite japonés de Akari, puede ofrecer información significativa sobre este cuerpo celestial desde hace mucho tiempo.
La idea del planeta 9 se ha extendido en la comunidad científica durante varios años, principalmente para tener en cuenta efectos especiales de gravedad que se han notado en los trabajos de los objetos en el Kuiper -Riem, un área observada fuera de Neptuno. Estas anormalidades de gravedad, incluida la agrupación de objetos trans-neptunianos (TNOS) y sus oficinas orbitales inusuales, han llevado a los investigadores a proponer la presencia de un planeta masivo e invisible que podría ejercer influencia de gravedad en estos cuerpos más pequeños. Las teorías sugieren que el Planeta 9 puede parecerse a un mundo similar a Neptuno, compuesto en gran medida de gas y hielo, con una masa estimada que varía de siete a 17 veces la de la tierra.
A pesar de la extensa teorización, la observación directa del planeta 9 se ha demostrado que es difícil, principalmente debido a la gran distancia del sol. Las estimaciones colocan este planeta hipotético en alrededor de 300 unidades astronómicas (AU) del Sol, una distancia al menos diez veces más grande que la de Neptuno. Debido a esta enorme separación, la debilidad del planeta dificulta la detección con los telescopios convencionales, porque refleja la luz solar mínima.
En vista de estos desafíos, los astrónomos se convirtieron en datos infrarrojos, lo cual es más efectivo para encontrar cuerpos a lo distante. A diferencia de la luz visible, la radiación infrarroja transmitida por un planeta es más fácil de identificar. Por lo tanto, el enfoque cambió a los datos recopilados de IRA y Akari.
IRAS, lanzado en 1983, fue el primer satélite en realizar un extenso estudio infrarrojo del cielo, mientras que Akari, lanzado en 2006, continuó esta misión observando en longitud de ondas infrarrojas distantes. Ambos satélites recopilaron datos extensos durante varios años y formaron la Fundación de Investigación sobre la cual el astrónomo taiwanés Terry Long Phan y sus colegas construyeron recientemente.
En su investigación, Phan y un equipo cooperativo de la Universidad Nacional de Tsing Hua en Taiwán, Japón y Australia analizaron datos infrarrojos para detectar movimientos entre los objetos del cielo distantes que pueden ajustarse a la ruta predicha del planeta 9. Se concentraron en la identificación de objetos que muestran un ligero movimiento.
Después de una investigación cuidadosa utilizando el software avanzado, el equipo identificó 13 fuentes candidatas de los datos infrarrojos. Después de una investigación adicional, lo limitaron a una pareja candidata que parecía encajar con el perfil de un objeto similar al planeta. Este objeto específico se cambió con 47.5 arcminutes durante el intervalo de 23 años entre las dos encuestas similares a aproximadamente 1.5 veces el ancho aparente de la luna.
Este movimiento está en línea con la velocidad esperada de un objeto que corre el sol a una distancia de más de 300 UA, lo que sugiere que si este descubrimiento es de hecho el planeta 9, corresponde a un planeta vago y lentamente que vive en las regiones externas del sistema solar.
Con características que coinciden con lo que los astrónomos esperan del planeta 9, el objeto se considera un gigante del hielo, relacionado con Neptuno o Urano, con temperaturas muy frías de alrededor de -200 grados Celsius. A pesar de estos hallazgos tentadores, la identificación no permanece decisiva. Las observaciones solo se realizaron en dos puntos en el trabajo del objeto, lo que enfatiza la necesidad de un mayor monitoreo.
Para verificar definitivamente si este objeto es de hecho planeta 9, los astrónomos planean realizar observaciones de seguimiento utilizando la cámara de energía oscura (DECAM) que se encuentra en el telescopio Victor M. Blanco en Chile. La alta sensibilidad de este instrumento puede permitir a los investigadores seguir el movimiento del objeto con mayor precisión, para refinar su comprensión de su proceso orbital y posiblemente unir una adición monumental a la red plana de nuestro sistema solar.