En las últimas semanas, Chicago se ha convertido en un punto focal para la agresiva aplicación de la ley de inmigración por parte de la administración Trump, con el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) y el Departamento de Seguridad Nacional (DHS) realizando extensas redadas. El 1 de octubre, las autoridades informaron que alrededor de 800 personas habían sido arrestadas, con informes de tácticas violentas que incluían golpes en el cuerpo y el lanzamiento de gases lacrimógenos en zonas residenciales. Esta represión ha creado una atmósfera de miedo e incertidumbre entre las comunidades de inmigrantes.
A la luz de estas acciones, los líderes religiosos han surgido como figuras destacadas de la resistencia, brindando apoyo moral y abogando por un trato humano a los afectados por estas políticas. La Rev. Ciera Bates-Chamberlain, directora ejecutiva de Live Free Illinois, enfatizó el papel único que desempeñan los líderes religiosos al expresar compasión y humanidad en medio de discusiones dominadas por argumentos económicos o legales. “Los líderes religiosos aportan una brújula profética y moral muy poderosa a la sala”, dijo, enfatizando su compromiso de apoyar a las poblaciones vulnerables.
Uno de los esfuerzos más visibles de estos líderes involucra las manifestaciones habituales de los viernes frente a las instalaciones de procesamiento de Broadview, donde ICE detiene a personas que enfrentan la deportación. El reverendo David Black, de la Primera Iglesia Presbiteriana de Chicago, describió estos momentos como una mezcla de oración y acción directa. Mientras algunos líderes oran por los detenidos, otros han utilizado tácticas no violentas, como esfuerzos para bloquear camionetas que transportan personas para su deportación. En un incidente reciente, el reverendo Black recibió un disparo en la cabeza con bolas de pimienta mientras oraba fuera de las instalaciones, lo que demuestra los peligros que enfrentan quienes desafían las prácticas de aplicación de la ley de inmigración.
Los líderes religiosos han tratado de brindar consuelo espiritual a los detenidos y han pedido públicamente acceso a los que están en prisión, instando a las autoridades a permitirles realizar rituales religiosos como distribuir la comunión. Sus solicitudes encontraron resistencia por parte del DHS, lo que llevó a algunos líderes de la iglesia a presentar demandas, argumentando que se habían violado sus derechos de la Primera Enmienda.
La formación de una coalición interreligiosa, Faith Over Fear, permite al clero prepararse para respuestas rápidas a las redadas y preservar las iglesias como refugios para inmigrantes. A principios de este año, un cambio de política permitió a ICE realizar arrestos en iglesias, intensificando aún más los desafíos que enfrentan las comunidades religiosas. Sin embargo, las iglesias se han convertido en lugares cruciales para organizar, distribuir alimentos, brindar capacitación sobre Conozca sus derechos y brindar refugio a inmigrantes y otras personas que se resisten a la presencia del gobierno federal.
Varios líderes religiosos compartieron sus perspectivas sobre estos esfuerzos. El Rev. Black señaló que la crisis actual ha estimulado la organización y la solidaridad comunitaria, enfatizando que el verdadero bienestar social depende de la libertad y la seguridad de todos los individuos, no solo de unos pocos elegidos. Este despertar ha alentado a las congregaciones a abrir sus puertas para capacitación y reuniones comunitarias, demostrando un espíritu de hospitalidad y servicio.
Rami Nashashibi, de la Red de Acción Musulmana del Centro de la Ciudad, comentó sobre la naturaleza sin precedentes de la situación actual, en la que los miembros de la comunidad sienten una sensación de ocupación militar. Llamó a las comunidades religiosas a unirse y afirmó que tienen un papel claro en estos tiempos: permanecer vocales y activos en lugar de retirarse al aislamiento.
Janie Pochel, del Consejo Juvenil de las Naciones Chi, compartió sus experiencias en las reuniones de Broadview y enfatizó la importancia de la presencia comunitaria y la conexión espiritual, especialmente para las personas indígenas entre los reclusos. Reflexionó sobre la importancia de la oportunidad de orar abiertamente, un privilegio que no se tenía hace muchas décadas.
Bates-Chamberlain afirmó la necesidad de mantener un diálogo que promueva el trato humano para todas las personas. Expresó su gratitud por la creciente coalición multirreligiosa que se ha unido para oponerse a la militarización de las comunidades y promover una lucha colectiva contra las narrativas discriminatorias que históricamente han justificado una aplicación tan agresiva.
A medida que se desarrolla este desafiante capítulo, los líderes religiosos y sus comunidades se mantienen firmes, enfatizando que la empatía y el apoyo mutuo son esenciales para enfrentar el miedo y la injusticia en un panorama sociopolítico turbulento.



