El reciente fallecimiento del exvicepresidente Dick Cheney ha recibido una respuesta silenciosa por parte del actual presidente Donald Trump, lo que refleja la relación compleja y a menudo contradictoria que ambos compartieron a lo largo de los años. Aunque las banderas de la Casa Blanca fueron izadas a media asta en honor de Cheney, Trump se abstuvo de comentar públicamente sobre su muerte en las plataformas de redes sociales.
Karoline Leavitt, secretaria de prensa de la Casa Blanca, sólo reconoció el fallecimiento de Cheney después de que un periodista se lo preguntara directamente, proporcionando una declaración breve y formal. «Sé que el presidente está al tanto del fallecimiento del ex vicepresidente. Y como vieron, las banderas han sido bajadas a media asta de acuerdo con la ley», afirmó, indicando una falta de sentimientos personales por parte de Trump con respecto a la pérdida.
Durante la campaña de 2024, Trump mencionó con frecuencia a Cheney y su hija, Liz Cheney, quien surgió como una crítica notable dentro del Partido Republicano por su postura contra los intentos del expresidente de anular los resultados de las elecciones de 2020. En particular, el legado político de Dick Cheney dio un giro inesperado cuando expresó su intención de votar por Kamala Harris, la oponente demócrata de Trump, marcando una ruptura significativa con las líneas partidistas tradicionales.
En un mitin en Traverse City, Michigan, Trump criticó al padre de Cheney, sugiriendo que su apoyo a Harris debería generar preocupación entre los votantes árabes y musulmanes. Trump comentó: «Mató a más árabes que cualquier ser humano en la Tierra. Empujó a Bush y ellos se fueron al Medio Oriente», mostrando cómo las acciones militares del ex vicepresidente fueron un punto de discordia.
Para complicar aún más su relación, Trump reveló que “nunca fue un fanático de Cheney”, pero esperaba que apoyara su candidatura por encima de la de su hija. Durante un diálogo con la figura de los medios conservadores Tucker Carlson, Trump reflexionó sobre su sorpresa cuando Dick Cheney no se puso de su lado, a pesar de que previamente compartían antecedentes políticos.
En un notable acto de bondad, Trump había indultado a Scooter Libby, exjefe de gabinete de Cheney, quien había sido condenado por mentir a los investigadores y obstruir la justicia en 2007. Trump relató una conversación con Cheney sobre el indulto y afirmó: “Cheney me llamó y me dijo: ‘es una de las cosas más bonitas que he visto en política’”. Sin embargo, esta buena voluntad parecía eclipsada por las tensiones actuales dentro del partido.
Significativamente, la animosidad entre Trump y Liz Cheney creció a medida que ella desempeñó un papel fundamental como vicepresidenta del comité de la Cámara de Representantes que investigaba el motín del 6 de enero en el Capitolio. Sus duras acusaciones contra Trump, calificándolo de catalizador de una crisis constitucional, alejaron aún más al exvicepresidente de Trump.
Las propias advertencias de Dick Cheney sobre las consecuencias del liderazgo de Trump se expresaron en un anuncio de campaña que publicó su hija, donde describió a Trump como “la mayor amenaza para nuestra república” y criticó sus acciones en torno a las últimas elecciones. La postura de Cheney contra Trump subrayó una profunda brecha dentro del Partido Republicano, una división que ha seguido dando forma al discurso político mucho después del mandato de Cheney.



