La producción de combustibles fósiles, a menudo asociada con enormes plataformas petrolíferas y centrales eléctricas, implica una compleja cadena de suministro que incluye extracción, refinación, almacenamiento y transporte. Un estudio reciente realizado por investigadores de la Universidad de Boston reveló el importante número de personas en Estados Unidos que viven cerca de esta infraestructura. Publicado en Cartas de investigación ambientalLos hallazgos muestran que aproximadamente 46,6 millones de personas –alrededor del 14,1% de la población estadounidense– viven a menos de 1,6 kilómetros (aproximadamente una milla) de algún tipo de infraestructura de combustibles fósiles.
Esta investigación destaca las comunidades potencialmente expuestas a emisiones nocivas, incluidos compuestos orgánicos volátiles asociados con diversas etapas del procesamiento de combustibles fósiles. Los autores del estudio destacan que, si bien los impactos en la salud de las poblaciones cercanas a las instalaciones de extracción y uso final están bien documentados, se sabe mucho menos sobre los componentes intermedios de la cadena de suministro, como la refinación y el almacenamiento.
Jonathan Buonocore, autor principal y profesor asistente de salud ambiental, enfatizó la importancia del estudio para comprender los riesgos potenciales para la salud asociados con vivir cerca de infraestructuras de combustibles fósiles. Señaló que esta investigación marca un paso crítico en la identificación del alcance de la exposición y los contaminantes que podrían afectar la salud de la comunidad.
La encuesta muestra que casi 21 millones de estadounidenses viven cerca de instalaciones de uso final, como centrales eléctricas, mientras que más de 20 millones de estadounidenses viven cerca de sitios de extracción. Hay casi seis millones de personas en instalaciones de almacenamiento, incluidos diversos tipos de almacenamiento de gas y terminales. En particular, muchos residentes se cuentan en múltiples categorías debido a la proximidad de sus hogares a diferentes tipos de infraestructura.
Mary Willis, autora principal del estudio, señaló que la contaminación del aire es un riesgo común asociado con todas las etapas del procesamiento de combustibles fósiles. Afirmó además que la investigación proporcionó información valiosa sobre cómo la infraestructura está distribuida de manera desigual en los EE. UU., lo que contribuye a las injusticias ambientales. Las poblaciones urbanas y no blancas tienen más probabilidades de estar cerca de estas fuentes de energía que sus contrapartes rurales.
Los hallazgos sugieren una disparidad significativa en cómo las diferentes comunidades se ven afectadas por la infraestructura de combustibles fósiles. Por ejemplo, una única instalación de almacenamiento promedio afecta a aproximadamente 2900 residentes, mientras que los sitios de extracción generalmente afectan solo a 17 personas en promedio. Esto subraya la necesidad de que los formuladores de políticas locales consideren los sitios de almacenamiento urbano al abordar los riesgos para la salud asociados con la infraestructura de combustibles fósiles.
Esta investigación está respaldada por una nueva base de datos llamada Índices de Equidad e Intensidad de Exposición de Infraestructura Energética (EI3), que recopila datos previamente dispersos en una herramienta centralizada para la investigación de salud pública. El objetivo de establecer esta base de datos es sentar las bases para una comprensión integral de los riesgos para la salud asociados con la infraestructura de combustibles fósiles.
Dado que los esfuerzos regulatorios en torno a la zonificación de los procesos de combustibles fósiles siguen siendo variables en todo el país, los investigadores esperan que su trabajo estimule futuras investigaciones sobre los resultados de salud asociados con la contaminación de estas instalaciones. También piden un enfoque sistemático para monitorear las diversas formas de contaminación que pueden afectar a las comunidades cercanas.
El estudio representa un esfuerzo innovador para examinar estas cuestiones de manera integral, allanando el camino para futuros estudios de salud que puedan comparar los efectos de vivir cerca de diferentes tipos de infraestructura y, en última instancia, guiar decisiones de política energética equitativas.



