La investigación en el lenguaje revela su influencia en la experiencia emocional y propone un nuevo marco para comprender el significado emocional a través de la atención, la construcción y la evaluación.


Un estudio reciente de un psicólogo de la Universidad de Kansas subraya la compleja relación entre el lenguaje y las experiencias emocionales. Katie Hemann, profesora asociada de psicología, investiga cómo el lenguaje no solo es las palabras que usamos para describir las emociones, sino también la dinámica más amplia de nuestras experiencias emocionales.

En su artículo publicado en la revista Psicología de la comunicaciónHeemann señala que, aunque hay una gran cantidad de investigaciones sobre los vocabularios emocionales, cómo las diferentes emociones de los idiomas con diferentes palabras encapsulan, ha habido una brecha para comprender cómo el lenguaje influye en otras dimensiones de la experiencia emocional. «No observamos cómo las personas prestan atención a aspectos específicos de su entorno o cómo conceptualizan sus experiencias con respecto a los eventos de desarrollo», explicó.

El equipo de investigación, incluidos los empleados de Ku Louven, la Universidad Arctic de Noruega y la Universidad de Pensilvania, sintetiza los hallazgos de la psicología, la lingüística y la informática para proponer un nuevo marco para estudiar el lenguaje y la emoción. Heemann enfatiza que el objetivo es alinear el conocimiento existente y expandirse entre disciplinas, lo que promueve una comprensión más profunda de la ciencia emocional.

Para facilitar esta extensa exploración, los autores introducen un modelo tripartito dirigido a tres dimensiones: atención, construcción y evaluación.

  1. Atención: Esta dimensión se relaciona con lo que las personas se concentran en sus historias. Por ejemplo, discutir el clima versus el almuerzo de alguien revela diferentes prioridades y compromisos cognitivos.

  2. Construcción: Esto se refiere al punto de vista o perspectiva que forma cómo se observan los eventos. Heemann aclara que la construcción incluye el marco cognitivo de las experiencias: si alguien está emocionalmente distante o estrechamente involucrado, y cómo la temporalidad (presente versus pasado) y la persona (primero versus tercera) influyen en las percepciones.

  3. Valuación: Esta dimensión se centra en cómo las personas evalúan sus experiencias, en particular en términos de placer o desagradable. Estas revisiones son fundamentalmente en la formación de emociones y están inherentemente vinculadas al lenguaje utilizado para describirlas.

A través de estas dimensiones, los investigadores creen que pueden forjar una comprensión más matizada de la interacción entre el lenguaje y la emoción, no solo refleja ese lenguaje, sino que también los forma.

Heemann enfatiza el doble papel del lenguaje en la experiencia emocional y explica que tanto como un kit de herramientas para la expresión como una influencia de nuestro enfoque emocional funciona con el tiempo. «El lenguaje nos provoca una serie de herramientas que podemos usar, y esas herramientas forman nuestros patrones de atención», notó.

Su investigación también profundiza en emociones que resisten la categorización simple en el lenguaje. Heemann sugiere que poseer una palabra para un sentimiento puede optimizar la comunicación y el concepto compartido, pero hay muchas emociones que no se pierden contrapartes lingüísticas directas. Para aliviar esto, ha compilado una base de datos con términos extranjeros que indican «emociones no traducibles», lo que enfatiza cómo la existencia de tales palabras puede influir en el reconocimiento emocional y la comunicación.

El estudio subraya un concepto que se llama ‘hacer significado’, que se refiere a cómo las personas clasifican sus experiencias y las procesan en historias accesibles. «Nuestro espacio de experiencia no está igualmente dividido», explica Heemann, lo que sugiere que los patrones repetidos en experiencias emocionales guían nuestra categorización.

Como parte de su mandato en KU, Heemann quiere investigar más a fondo las intersecciones de emoción, lenguaje y concepto psicológico, nacido de sus antecedentes en antropología y lingüística. Ella considera su área de especialización como ‘psicología emocional’, centrada en cómo tanto el lenguaje como la emoción funcionan y las ayudas sociales en las interacciones humanas y la cognición.



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