La administración Trump está bajo escrutinio por falta de pruebas de ataques militares a los cárteles de la droga


La administración Trump está bajo un estrecho escrutinio por parte de los legisladores por una serie de ataques militares contra embarcaciones sospechosas de contrabando de drogas, en medio de crecientes frustraciones bipartidistas y pedidos de justificaciones más claras. Los funcionarios estadounidenses dicen que el gobierno aún no ha fundamentado las afirmaciones de que los barcos atacados realmente transportaban narcóticos, a pesar de llevar a cabo múltiples ataques mortales.

Los informes indican que los militares han realizado al menos cuatro operaciones contra embarcaciones, tres de las cuales procedían de Venezuela. Según los informes, los ataques han provocado 21 muertes. Sin embargo, fuentes internas revelan que la evidencia del gobierno hasta ahora consiste principalmente en videoclips disponibles públicamente, algunos de los cuales fueron compartidos en las redes sociales por el presidente Trump y el secretario de Defensa Pete Hegseth, en lugar de información concreta que apunte al tráfico de drogas.

Los críticos exigen que se comprenda la razón detrás de la elección de ataques aéreos, que han resultado en muertes, en lugar de enfoques convencionales como la incautación de drogas o la detención de sospechosos. En un memorando publicado recientemente, el gobierno clasificó retroactivamente a los cárteles de la droga como «combatientes ilegales», lo que indica una afirmación de conflicto armado que ha planteado dudas sobre el marco legal para las acciones militares.

Los funcionarios del Pentágono han señalado videos y declaraciones públicas en un intento de validar los ataques; sin embargo, dicha evidencia no indica explícitamente la presencia de drogas. Los legisladores han expresado su descontento por la falta de información sobre el proceso de toma de decisiones que categorizó a los cárteles de la droga como oponentes armados, así como sobre las organizaciones específicas involucradas.

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Durante una audiencia reciente en el Senado, la fiscal general Pam Bondi enfrentó preguntas sobre las justificaciones legales dadas al presidente Trump para estas acciones militares, pero se negó a comentar sobre opiniones legales. Un funcionario de la Casa Blanca sugirió que la administración es más transparente con sus motivaciones en comparación con administraciones anteriores, afirmando que se han realizado múltiples sesiones informativas clasificadas para el Congreso.

Los funcionarios del gobierno defienden los ataques como medidas necesarias de autodefensa destinadas a combatir el flujo de drogas hacia Estados Unidos, que, según dicen, ha provocado numerosas muertes de estadounidenses. El foco en Venezuela es particularmente pronunciado ya que el país está asociado con la producción de cocaína, aunque la mayor parte de la producción se dirige a Europa.

Internamente, un grupo selecto de altos funcionarios, incluido el Secretario de Estado Marco Rubio, habrían desempeñado un papel decisivo en la promoción de un enfoque más agresivo hacia el presidente venezolano Nicolás Maduro, a quien el gobierno de Estados Unidos no reconoce como un líder legítimo. Tras la acusación de Maduro por cargos relacionados con las drogas durante el primer mandato de Trump, la administración aumentó los incentivos financieros para obtener información que condujera a su arresto.

A pesar de algunos esfuerzos diplomáticos iniciales, incluidos acuerdos entre el enviado estadounidense Richard Grenell y el gobierno de Maduro, las relaciones se han deteriorado y los canales diplomáticos parecen estar en suspenso. Maduro ha acusado a Estados Unidos de utilizar estos ataques militares para desestabilizar su gobierno y sembrar malestar.

El Departamento de Estado ha refutado las afirmaciones de que estas operaciones tengan motivaciones políticas, diciendo que los ataques dirigidos están estrictamente dirigidos a desmantelar las operaciones de tráfico de drogas. A medida que aumentan las tensiones, los legisladores están presionando para que se establezcan directrices más claras sobre la participación militar que podrían definir la participación de Estados Unidos en los conflictos con los narcotraficantes.



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