Ubicada en una intersección crucial entre autoridad y credibilidad, la jueza federal de distrito April Perry sopesó los reclamos de las autoridades locales contra los reclamos de la administración Trump sobre los disturbios relacionados con las políticas de inmigración de Illinois. Durante una larga audiencia en el tribunal federal de Dirksen, el juez Perry determinó que las posiciones del gobierno no eran creíbles. Concluyó que no había “pruebas creíbles de que exista peligro de rebelión en el estado de Illinois” o de que Trump enfrentara alguna incapacidad para hacer cumplir las leyes estadounidenses.
Su fallo prohibió temporalmente a la administración Trump desplegar la Guardia Nacional en Illinois, una orden que emitió desde el tribunal. La decisión permanecerá vigente durante dos semanas, con una audiencia posterior programada para el 22 de octubre para discutir la posible extensión. Se espera que los representantes legales de Trump presenten una apelación provisional.
El gobernador JB Pritzker respondió al fallo enfatizando el estado de derecho y afirmando que Donald Trump no posee poderes monárquicos. Declaró: «Hoy el tribunal confirmó lo que todos sabemos: no hay pruebas creíbles de una insurrección en el estado de Illinois. Y no hay lugar para la Guardia Nacional en las calles de ciudades estadounidenses como Chicago».
Después del proceso judicial, el Fiscal General de Illinois, Kwame Raoul, comentó las implicaciones más amplias del fallo, destacando su importancia para la soberanía estatal y los límites de la autoridad presidencial para militarizar áreas urbanas. Enfatizó que el resultado no sólo afecta a Illinois, sino que también tiene relevancia nacional.
El alcalde de Chicago, Brandon Johnson, criticó a la administración Trump, señalando su falta de confiabilidad y el peligro que representan sus tergiversaciones. Por el contrario, la portavoz de la Casa Blanca, Abigail Jackson, defendió las acciones de la administración, argumentando que tenían como objetivo proteger al personal federal en medio de los disturbios en curso, algo que, según ella, los líderes locales no habían hecho. Jackson insinuó confianza en una apelación contra el fallo.
La audiencia presentó un importante enfrentamiento entre la administración Trump y el liderazgo demócrata de Illinois, con ramificaciones nacionales a medida que la administración avanza para desplegar tropas federales en regiones tradicionalmente demócratas. Al mismo tiempo, se estaban llevando a cabo importantes debates legales sobre despliegues militares similares en otras jurisdicciones, incluido Oregón.
El fallo del juez Perry quedó subrayado por los recientes problemas de credibilidad que enfrenta el Departamento de Seguridad Nacional debido a las dudas sobre su evaluación de los disturbios civiles en Chicago. En particular, durante la audiencia, las tropas federales llegaron a Illinois en medio de continuas preocupaciones sobre la situación sobre el terreno.
A lo largo del procedimiento, Perry examinó las razones detrás del despliegue de la Guardia Nacional. Cuestionó al abogado del Departamento de Justicia, Eric Hamilton, quien defendió la acción militar señalando una supuesta hostilidad hacia las agencias federales. Sin embargo, Perry cuestionó la justificación y enfatizó que la tranquilidad afuera de una instalación de ICE existía antes de las recientes intervenciones federales.
El juez también consideró las implicaciones legales de abordar leyes federales relacionadas con los derechos militares y civiles, cuestionando si las acciones del gobierno fueron provocadas por sus propias declaraciones de crisis. A medida que aumentaban las tensiones, Perry pidió claridad sobre el alcance del despliegue y expresó escepticismo sobre la intención más amplia de la Casa Blanca.
El proceso demostró el compromiso de Perry con el debido proceso, y en ocasiones calmó la tensión con humor. Aún así, era muy consciente de las posibles consecuencias de sus decisiones y expresó su preocupación por las amenazas que enfrentan los funcionarios gubernamentales en tiempos controvertidos.
Los argumentos legales giraban en torno a un estatuto federal que autorizaba el despliegue presidencial de tropas de la Guardia Nacional en condiciones de malestar o incapacidad para hacer cumplir la ley. La investigación de Perry reveló discrepancias en las pruebas presentadas sobre acciones violentas supuestamente relacionadas con las protestas.
Cuando terminó la audiencia, las implicaciones del fallo de Perry repercutieron más allá de Illinois. Los defensores de ambos lados reconocieron la naturaleza crítica del caso y reflejaron el sentimiento de que esta batalla legal podría determinar el equilibrio de poder entre las autoridades estatales y federales en la conversación nacional en curso sobre la aplicación de la ley, los derechos civiles y el poder gubernamental.