El tráfico aéreo en los Estados Unidos experimentará importantes interrupciones a medida que el actual cierre del gobierno, ahora en su día 36, siga pasando factura al sector de la aviación. En un paso decisivo para aliviar la presión sobre los cansados controladores de tráfico aéreo, el gobierno federal ha anunciado amplias restricciones del espacio aéreo en lugares clave, exigiendo una reducción del 10% en la capacidad de vuelo.
La medida, iniciada por el secretario de Transporte de Estados Unidos, Sean Duffy, es una respuesta a la grave escasez de personal provocada por el cierre, que ha dejado a decenas de miles de controladores de tráfico aéreo y trabajadores de la Administración de Seguridad del Transporte (TSA) trabajando sin remuneración. Como resultado, la industria de la aviación se está preparando para miles de cancelaciones de vuelos a partir del viernes, mientras las aerolíneas se apresuran a adaptar sus operaciones y cumplir con las regulaciones recientemente impuestas.
Se espera que los recortes previstos afecten a unos 4.000 vuelos en todo el país, y que al menos 30 de los aeropuertos más transitados del país se vean especialmente afectados. Se espera que los principales centros, en particular los que prestan servicios en la ciudad de Nueva York, Washington, DC, Chicago, Atlanta, Los Ángeles y Dallas, sean los más afectados por estas cancelaciones. Según datos de la firma de análisis de aviación Cirium, esta reducción podría provocar la cancelación de hasta 1.800 vuelos y más de 268.000 asientos de avión.
La Administración Federal de Aviación (FAA) ha comunicado sus planes a las principales aerolíneas, indicando que las reducciones de capacidad comenzarán con una disminución inicial del 4%. Esta cifra aumentará gradualmente hasta el 5% el sábado, seguida de una caída del 6% el domingo, hasta alcanzar finalmente el objetivo del 10% la semana siguiente. En particular, se espera que los vuelos internacionales estén exentos de estos recortes, lo que permitirá que algunas rutas sigan operativas mientras las aerolíneas nacionales afrontan la agitación.
Mientras los legisladores continúan lidiando con el estancamiento político que condujo al cierre, aumentan las preocupaciones sobre el impacto a largo plazo en la industria aérea y la economía en general. Es probable que la perturbación repercuta más allá de los aeropuertos y afecte no sólo a los viajeros sino también a muchas empresas que dependen del transporte aéreo y el turismo.
Ante las incertidumbres que se avecinan y sin una solución clara a la vista, la industria de la aviación permanece en alerta máxima mientras intenta adaptarse a la evolución de la situación. Los próximos días serán críticos para determinar el alcance del impacto en los viajes nacionales y si se puede llegar a un compromiso para poner fin al actual cierre del gobierno.



