El parlamento de Pakistán aprueba una controvertida enmienda que amplía los poderes del jefe del ejército y limita la independencia del poder judicial


El parlamento de Pakistán aprobó una controvertida enmienda constitucional que aumenta significativamente los poderes del jefe del ejército, el mariscal de campo Asim Munir, y le otorga inmunidad legal de por vida, al tiempo que limita la independencia de la Corte Suprema. Esta medida ha sido calificada por los críticos como un «funeral por la democracia».

La enmienda, que fue aprobada por la cámara baja del parlamento, está a punto de ser enviada nuevamente al Senado para realizar pequeños ajustes antes de recibir la aprobación presidencial de Asif Ali Zardari. Una vez finalizado, quedará consagrado en la constitución. Esta enmienda marca una importante consolidación del poder de Munir, a quien se ha descrito como el gobernante de facto del país. Se le creará un nuevo puesto, el de Jefe de las Fuerzas Armadas, que le permitirá supervisar no sólo el ejército, sino también la marina y la fuerza aérea. Además, recibirá inmunidad de por vida ante cualquier proceso penal.

Aqil Shah, profesor asociado adjunto de la Universidad de Georgetown, señaló que el nuevo papel de Munir esencialmente afianza el poder militar en el marco constitucional, erosionando el principio de supremacía civil. Señaló que la inmunidad otorgada a Munir lo exime de responsabilidad.

Además de otorgar a los militares aún más poderes, la enmienda también tiene implicaciones importantes para el poder judicial de Pakistán. Se establecerá un nuevo tribunal constitucional federal, que ocupará un puesto por encima del Tribunal Supremo, con jueces designados por el poder ejecutivo. Este cambio genera preocupación sobre la independencia del poder judicial, convirtiéndolo en un mero apéndice del gobierno. Salahuddin Ahmed, un abogado constitucionalista, caracterizó la enmienda como un camino hacia una dictadura de por vida, diciendo que borraba las nociones de independencia judicial en Pakistán.

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Quienes se oponen a la legislación argumentan que industrializa el gobierno militar y empuja al país hacia el autoritarismo. Desde su fundación en 1947, Pakistán ha experimentado numerosas dictaduras militares que han suspendido los procesos democráticos. Sin embargo, tras el derrocamiento del general Pervez Musharraf en 2008, el país ha encontrado su camino en un frágil panorama democrático liderado por gobiernos civiles electos, incluso cuando la influencia militar acechaba en el fondo.

Desde que asumió el mando en 2022, Munir ha realizado esfuerzos diplomáticos similares a los de un jefe de Estado, e incluso se reunió con el expresidente estadounidense Donald Trump, quien lo llamó «mi mariscal de campo favorito». Figuras de la coalición gobernante, actualmente encabezada por el primer ministro Shehbaz Sharif, defendieron la enmienda como un ajuste necesario destinado a modernizar el sistema militar y judicial.

Históricamente, las enmiendas constitucionales en Pakistán han dado lugar a extensos debates y disputas en ambas cámaras legislativas. Sin embargo, los analistas sugieren que la aprobación acelerada de esta enmienda, con sólo cuatro legisladores oponiéndose, apunta a una coalición de gobierno frágil y a la influencia sustancial de Munir. La oposición paquistaní Tehreek-e-Insaf (PTI) boicoteó la votación, citando la supresión sistemática de su poder desde el ascenso de Munir como jefe del ejército. Su líder, el ex primer ministro Imran Khan, permanece detenido y hay pocas perspectivas de ser liberado.

Una alianza de oposición multipartidaria, Tehreek-e-Tahafuz-e-Ayeen-e-Pakistan (TTAP), condenó la enmienda, alegando que socava los fundamentos de la Constitución. Más de un centenar de abogados y activistas de la sociedad civil emitieron una declaración conjunta en la que calificaron las maniobras legislativas de “manipulación de la Constitución” y lamentaron la falta de un debate sustantivo en el que participaran expertos jurídicos y representantes civiles.

Por lo tanto, la enmienda constitucional se considera un importante paso atrás para las libertades civiles y la gobernanza democrática en Pakistán, lo que genera alarma entre varios sectores de la sociedad que temen por el futuro de las instituciones democráticas del país.



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