Un padre insiste en la acción después de la trágica muerte de su hija, Logan Federico, durante una invasión de la casa en Columbia, Carolina del Sur. La posible enfermera de 22 años recibió un disparo mortal a principios de este mes mientras visitaba amigos en una universidad cercana. Su presunto atacante, Alexander Devante Dickey, tendría un extenso historial criminal, que expresa una grave preocupación por la seguridad pública y la efectividad del sistema legal.
En una aparición sincera en ‘America’s Newsroom’, Stephen Federico expresó su determinación de luchar por el cambio y declaró: «No me voy. Mi hija no se va». Describió el horrible escenario con el que su hija se enfrentó durante el robo y contó cómo probablemente se despertó contra un intruso en su habitación y discutió por su vida, incapaz de protegerse. «Eso no podría estar allí», dijo, visiblemente emocional.
Después del incidente, Federico testificó durante una audiencia de la Casa del Comité Judicial en Charlotte, Carolina del Norte, donde pidió a los legisladores que tomen una actitud más difícil con los perpetradores repetidos. Hizo hincapié en los antecedentes penales a largo plazo de Dickey, que incluye 39 cargos anteriores y 25 crímenes, con el argumento de que si tuviera que lidiar con las consecuencias apropiadas en reuniones anteriores con la ley, su hija aún podría estar viva. «Lo suave en el crimen debe detenerse. Tenemos que mantener criminales de carrera en las cárceles», insistió.
Las consecuencias emocionales han llevado a una discusión más amplia sobre el crimen en la región, con una brecha entre los legisladores sobre las causas de tales incidentes. Si bien Federico culpó a la política del «suave sobre del crimen», algunos demócratas argumentaron que el verdadero problema radica en las jurisdicciones locales que están subfinanciadas y con poco personal. La representante Deborah Ross enfatizó los recortes en el financiamiento de los subsidios locales de aplicación de la ley y justicia penal y afirmó que estas reducciones ponen en peligro la seguridad pública.
Sin embargo, Federico rechazó estos argumentos y afirmó que el problema no es solo una falta de recursos, sino más bien un fracaso para abordar las amenazas conocidas adecuadamente. «Tomó 10 minutos descubrir que Alexander Dickey era un criminal de carrera», señaló, sugirió que una ausencia de la persecución y la supervisión correctas contribuyeron a la muerte de su hija.
El caso ha inflamado una respuesta apasionada a la comunidad, y muchos detrás del llamado a la reforma de Federico. Como las emociones son altas, existen requisitos crecientes para cambios tangibles en el sistema legal para evitar que se produzcan tragedias similares en el futuro.