El ejército estadounidense en el Caribe enfrenta importantes desafíos logísticos mientras busca mejorar sus capacidades operativas en la región. Para su misión son cruciales los aeródromos para operaciones aéreas y los puertos para el suministro y mantenimiento de buques de guerra. Actualmente, Puerto Rico desempeña un papel fundamental al proporcionar gran parte de esta infraestructura necesaria, particularmente a través del Puerto de Ponce, que regularmente recibe buques de guerra cuando no están de patrulla. Además, las operaciones navales estadounidenses se benefician de la proximidad de las Islas Vírgenes estadounidenses, que también han servido como escala importante para las fuerzas estadounidenses.
En el aire, las misiones de reconocimiento naval cuentan con el apoyo del avión de vigilancia P-8A Poseidon, que opera desde las instalaciones de la Guardia Nacional en el Aeropuerto Internacional Luis Muñoz Marín y realiza vuelos principalmente civiles. La creciente demanda de bases de operaciones impulsó la decisión estratégica de reabrir la Estación Naval Roosevelt Roads en Ceiba, Puerto Rico, que había estado inactiva durante más de veinte años.
Este enfoque en revitalizar antiguas instalaciones militares y adaptar las fuerzas a nuevos teatros de operaciones se ve obstaculizado por las limitaciones en el apoyo a operaciones de combate de alto ritmo. Si bien Estados Unidos ya tiene una formidable presencia militar fuera de Puerto Rico, lo que permite una importante proyección de poder y misiones contra objetivos del narcotráfico en Venezuela, los niveles actuales de tropas son insuficientes para una lucha a gran escala contra un adversario importante como Venezuela, que presenta desafíos únicos.
Para complicar aún más las cosas, los planes para introducir activos militares adicionales, como un portaaviones, podrían abrumar las capacidades logísticas existentes. Adaptarse a nuevos recursos requeriría una amplia capacitación y preparación, lo que enfatizaría la necesidad de estrategias organizativas claras para el futuro. Recientemente se ha observado a fuerzas estadounidenses realizando ejercicios de entrenamiento frente a la costa de Trinidad y Tobago, acercándolas al territorio venezolano. Esto plantea dudas sobre posibles cambios operativos que podrían contribuir a acuerdos actualizados con Trinidad para aliviar algunos obstáculos logísticos.
Sin embargo, la escasez de infraestructura básica adecuada también crea vulnerabilidades para las operaciones militares estadounidenses. En particular, los barcos de la Armada estadounidense involucrados en misiones antinarcóticos han hecho escala en puertos en áreas donde la influencia china está creciendo. Por ejemplo, el USS Sampson atracó en una terminal en Manzanillo, México, operado por un conglomerado de Hong Kong, y el USS Lake Erie visitó recientemente el Puerto de Balboa en Panamá, también operado por la misma empresa. Estas visitas a puertos plantean preocupaciones sobre las capacidades de recopilación de inteligencia de los adversarios, dándoles una idea de las operaciones navales estadounidenses que podrían afectar contextos estratégicos más amplios, incluida la región del Indo-Pacífico.
A pesar de estas vulnerabilidades, la posibilidad de intensificar las operaciones militares en el Caribe sigue siendo factible. Varios objetivos clave en Venezuela están dentro del alcance de los misiles Tomahawk estadounidenses, aunque estos activos tienen su base en Puerto Rico. La importancia de Puerto Rico como punto de lanzamiento para posibles acciones militares se ve subrayada por su ubicación estratégica, que permite que las operaciones se lleven a cabo relativamente cerca de su propia costa y minimiza la exposición a las capacidades defensivas venezolanas.
De cara al futuro, se espera que aumente la actividad militar estadounidense en el Caribe. Las recientes operaciones de logística y cadena de suministro realizadas en Puerto Rico refuerzan esta escalada esperada. Los conocimientos de la próxima Estrategia de Defensa Nacional 2025 indican un mayor énfasis en el hemisferio occidental y la seguridad nacional, lo que sugiere que los despliegues militares actuales podrían convertirse en un nuevo estándar en la región.
Sin embargo, lograr un enfoque coherente y eficaz para priorizar el hemisferio occidental requiere un compromiso y una planificación estratégica a largo plazo. Si bien Puerto Rico es invaluable para las operaciones estadounidenses, expandir las capacidades de proyección de energía en América del Sur requerirá grandes inversiones y mejoras a las redes logísticas en la región. Una orientación clara sobre el despliegue de recursos, acompañada de un sólido apoyo a la infraestructura, será fundamental para el éxito del giro del ejército estadounidense hacia el hemisferio occidental.