El ejército de Madagascar toma el poder en medio de protestas antigubernamentales y el impeachment del presidente


En un giro dramático de los acontecimientos, el ejército de Madagascar tomó el control del país en medio de una escalada de malestar político. El coronel Michael Randrianirina, líder de la unidad militar de élite CAPSAT, anunció el martes la toma del ejército en las escaleras del palacio presidencial de Antananarivo. La decisión se produce días después de que el presidente Andry Rajoelina se ocultara, temiendo por su vida tras semanas de protestas a gran escala contra su gobierno.

La intervención militar se produjo tras una votación en el parlamento para derrocar a Rajoelina, quien, según informes, dejó su cargo durante el fin de semana. A pesar de los intentos de disolver la cámara baja del parlamento, los legisladores siguieron adelante con el impeachment, que resultó en 130 votos a favor y un voto en blanco. El presidente había difundido un mensaje desde un lugar no revelado confirmando que efectivamente estaba escondido.

Tras el anuncio de los militares, la página oficial de Facebook de la presidencia de Madagascar publicó un comunicado condenando la toma del poder como un «golpe de estado», afirmando que Rajoelina seguía en el cargo a pesar de su ausencia.

Los disturbios comenzaron con las protestas de la llamada “Generación Z”, que reflejan el creciente descontento del movimiento juvenil con el gobierno de Rajoelina. Los manifestantes expresaron su enojo por la escasez generalizada de agua y electricidad, y algunos residentes informaron que no habían tenido agua corriente en sus hogares durante seis años, a pesar de que se les seguía facturando. En un cambio notable, la unidad CAPSAT expresó su apoyo a los manifestantes, llamándolos “nuestros hermanos, nuestras hermanas” y prometiendo no reprimir las protestas.

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Rajoelina, que inicialmente llegó al poder mediante un golpe militar en 2009, enfrentó cada vez más reveses mientras su gobierno era criticado por la corrupción y los malos servicios en el empobrecido país de 31 millones de habitantes. Los intentos de sofocar los disturbios mediante una reorganización de su gobierno resultaron ineficaces y continuaron los pedidos de su dimisión. Naciones Unidas confirmó que hubo más de 20 víctimas mortales como resultado de las protestas, destacando las medidas extremas tomadas por las autoridades para reprimir la disidencia.

A pesar del control militar, los sentimientos entre muchos manifestantes son encontrados. Algunos ven la intervención como un paso necesario para restablecer el orden y abordar los problemas de gobernanza. «El ejército es la única institución neutral que puede volver a encaminarnos», dijo un manifestante, Sariaka, refiriéndose a la participación del ejército como una «revolución popular apoyada por una unidad militar».

Otro manifestante, el estudiante de medicina Fanilo, compartió su optimismo sobre el liderazgo de los militares y expresó confianza en su promesa de devolver el poder a un gobierno civil en un futuro próximo. A medida que la situación continúa evolucionando, aún está por verse la respuesta de las comunidades internacionales y el potencial de una transición estable.



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