En un estudio innovador, investigadores de la Universidad de Viena han revelado que el consumo de fructosa puede aumentar significativamente la respuesta inmune a las toxinas bacterianas dañinas, aumentando potencialmente la inflamación y los riesgos para la salud asociados. Dirigido por Ina Bergheim del Departamento de Ciencias de la Nutrición, el estudio destaca un vínculo preocupante entre la ingesta elevada de fructosa y el comportamiento del sistema inmunológico, lo que plantea dudas sobre el papel de los azúcares dietéticos en los resultados de salud a largo plazo.
A pesar de los avances de la ciencia médica, las infecciones causadas por diversos patógenos siguen siendo una de las principales causas de muerte en todo el mundo. Esta realidad ha llevado a un mayor interés entre los científicos por investigar cómo nutrientes específicos pueden influir en los mecanismos de defensa del cuerpo. El estudio, publicado en la revista Redox Biology, presenta evidencia convincente de que los monocitos, importantes células inmunes en el torrente sanguíneo, responden más agresivamente a las toxinas bacterianas después del consumo de fructosa que a la glucosa.
Para investigar este fenómeno, los investigadores realizaron dos ensayos aleatorios con participantes adultos sanos. En estos experimentos, se midieron las respuestas del sistema inmunológico después de consumir bebidas endulzadas con fructosa o glucosa. Además, el equipo examinó monocitos aislados y realizó ensayos de cultivos celulares para comprender mejor los mecanismos biológicos que impulsan estas respuestas.
Los hallazgos son particularmente sorprendentes: la ingesta de fructosa resultó en niveles elevados del receptor tipo Toll 2, un receptor crucial para regular la respuesta inmune. Este aumento en la concentración del receptor correspondió a una mayor sensibilidad al ácido lipoteicoico, una conocida toxina bacteriana. Bergheim lo explicó afirmando que una mayor concentración de receptores que detectan toxinas conduce a una mayor respuesta inflamatoria en el cuerpo.
Además, los investigadores documentaron un aumento de mensajeros proinflamatorios, como la interleucina-6, la interleucina-1β y el factor de necrosis tumoral alfa. Estos marcadores son indicativos de inflamación y sugieren que incluso un consumo elevado de fructosa a corto plazo en individuos sanos puede afectar significativamente la función inmune.
Las implicaciones de estos hallazgos se extienden más allá de las respuestas inflamatorias inmediatas. Los investigadores enfatizan la importancia de investigar los efectos a largo plazo del aumento de la ingesta de fructosa en la salud, especialmente para personas con condiciones de salud preexistentes como diabetes tipo II o enfermedad del hígado graso. Bergheim destacó las sospechas de larga data sobre el azúcar, especialmente la fructosa que se encuentra en bebidas azucaradas y dulces, relacionadas con un riesgo creciente de enfermedades metabólicas, y enfatizó la necesidad de seguir investigando en este campo.
En general, este estudio arroja luz sobre la complicada relación entre la dieta y la salud inmunológica, sugiriendo que las elecciones dietéticas (especialmente aquellas que involucran fructosa) pueden desempeñar un papel importante en la vulnerabilidad de un individuo a infecciones y enfermedades relacionadas con la inflamación.



