El recorrido de Haití en las rondas de clasificación para el Mundial de 2026 ha estado marcado por importantes desafíos, principalmente debido a su dependencia exclusiva de los partidos fuera de casa. En una reunión reciente en Managua, Nicaragua, las duras condiciones climáticas (lluvia, viento y cortes de energía) hicieron poco para disuadir a la multitud apasionada. El defensa Duque Lacroix habló del ambiente caótico, en el que ni siquiera la tormenta pudo desanimar a los aficionados locales. Sin embargo, a pesar de los reveses, Haití consiguió una victoria decisiva por 3-0, lo que demuestra la capacidad del país para competir en condiciones difíciles.
A medida que Haití se acerca al último partido de su campaña de clasificación, el contraste en la atmósfera se hace evidente. El histórico Stade Sylvio Cator, el estadio nacional de Haití, se ha vuelto inaccesible debido a la escalada de violencia de las pandillas, que ha azotado a la nación desde el asesinato del presidente Jovenel Moïse en 2021. Las Naciones Unidas han descrito la situación como una «historia de terror interminable», con nada menos que 1,3 millones de haitianos desplazados y el 85% de Puerto Príncipe bajo control de las pandillas.
A la luz de estos agravios, Haití se ha trasladado temporalmente a Curazao para los partidos restantes de las eliminatorias. El estadio Ergilio Hato de Willemstad sirve ahora como su base de operaciones, a más de 800 kilómetros de Haití. Esta situación recuerda a la de otros países como Ucrania y Palestina, que también enfrentan barreras para jugar a nivel nacional durante los partidos de clasificación.
El camino de Haití hacia la Copa del Mundo depende de terminar segundo en el grupo y potencialmente ganar once puntos. Mientras elaboran estrategias para la clasificación, algunos jugadores la ven no sólo como una oportunidad para el fútbol, sino como un vehículo para un cambio social más amplio. En un deporte donde la ventaja de jugar en casa puede ser decisiva, el equipo haitiano está decidido a superar las adversidades.
La ausencia de partidos en casa tiene consecuencias importantes más allá del rendimiento; afecta los ingresos del equipo y las oportunidades de patrocinio en un país que ya enfrenta dificultades económicas. A pesar de estas tensiones financieras, el vínculo emocional entre el equipo y sus seguidores sigue siendo fuerte, y los fanáticos se acercan a través de las redes sociales para ofrecer aliento desde lejos.
El liderazgo dentro de la comunidad futbolística haitiana subraya la profunda conexión entre el fútbol y la moral nacional. Marie Elise Obas, secretaria general de la Ligue Haitienne de Football, enfatiza la importancia del fútbol para brindar esperanza y vías alternativas a los jóvenes en medio de la rampante violencia de las pandillas.
De cara al futuro, el equipo y el cuerpo técnico se aferran al sueño de regresar a Haití para competir, incluso cuando deben lidiar con las complejidades de las tensiones políticas y las preocupaciones de seguridad que impiden tal posibilidad. Con un apoyo significativo del extranjero y un compromiso inquebrantable de los jugadores, el viaje futbolístico de Haití simboliza la resiliencia frente a la adversidad.
Para muchos jugadores de la selección nacional, especialmente los nacidos en el extranjero, existe un sentimiento conmovedor de responsabilidad hacia el pueblo haitiano. Los motiva la idea de que una campaña exitosa en la Copa del Mundo podría provocar cambios en su país de origen y crear un sentido de unidad y esperanza.
Mientras se preparan para sus próximos partidos, los jugadores de Haití encuentran consuelo en el apoyo abrumador de los aficionados de todo el mundo. Cada victoria, cada interacción se basa en una creencia distante pero poderosa: la clasificación para la Copa del Mundo podría servir como un punto de inflexión para su país, un momento para inspirar a una población que anhela motivos para celebrar y pensar positivamente sobre el futuro.



