Investigaciones recientes dirigidas por el profesor asistente de antropología de Penn State, Jacob Holland-Lulewicz, ha lanzado a la ligera el papel crucial que han desempeñado las conchas de ostras descartadas en la configuración y el almacenamiento de las islas de barrera frente a la costa de Georgia. El estudio enfatiza cómo miles de años de actividad humana, en particular de los antepasados indígenas de la Nación Muskogee Creek, han contribuido considerablemente a la estabilidad ecológica de estas islas.
El equipo de investigación, que incluye expertos de varias universidades, descubrió que las conchas de ostras, que forman una parte considerable de la antigua dieta de estos pueblos, se han acumulado más de milenios, lo que lleva a cambios importantes en los paisajes costeros. Esta acumulación de conchas de ostras, que equivale a miles de millones de conchas individuales, ha creado un terreno elevado que sirve como una barrera esencial contra las inundaciones y la erosión causada por inundaciones y huracanes, incluidas tormentas recientes como el huracán Irma, que dividió una de las islas en dos.
Con la ayuda de datos del Servicio Geológico de los Estados Unidos y la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica, el equipo ha demostrado que la presencia de estos viejos caprichos ha contribuido a proteger las áreas importantes de la costa. Sus hallazgos fueron publicados en la revista Communications Earth & Environment.
Al discutir su trabajo, Holland-Lulewicz enfatizó la importancia de reconocer el profundo impacto histórico de la actividad humana en estos paisajes. La investigación se recopila durante décadas de datos arqueológicos para enfatizar cómo los pueblos indígenas han manejado activamente estos ecosistemas costeros durante miles de años. Esta perspectiva contrasta fuertemente con la visión tradicional que estas áreas ve como un desierto intacto.
Apunte a islas específicas como Ossabaw y Sapelo, el equipo proporcionó datos fascinantes que muestran que no menos del 11% de la forma de la tierra en la isla de Sapelo consiste en conchas de ostras. Esta extraordinaria escala de deposición de conchas, aproximadamente 1,6 mil millones de ostras, subraya la comprensión indígena de los beneficios ecológicos de tales prácticas. Holland-Lulewicz señaló que incluso después de que los habitantes indígenas dejaron a Ossabaw a mediados de los años 1500, las comunidades posteriores, incluidas un pueblo de esclavo y negro de Gullah Gullah, continuaron comunicándose y contribuyendo con el paisaje depositando escamas de ostras.
La investigación también mostró que los ecosistemas únicos respaldados por estos depósitos de concha incluyen varias especies de plantas que no se encuentran en otras partes a lo largo de la costa. Esta biodiversidad es complicada con las interacciones humanas históricas con el país, que la han formado durante miles de años. Holland-Lulewicz señaló que las islas han sido habitadas continuamente durante una gran parte de su historia, lo que hace que la ausencia actual de personas de algunas áreas sea una desviación considerable de su contexto ecológico habitual.
Un objetivo importante para los investigadores era comunicar sus hallazgos fuera de la comunidad arqueológica, destinada a involucrar a los conservacionistas y ecologistas de la naturaleza. Señalaron que los modelos ecológicos estándar a menudo pasan por alto que el impacto sustancial que las personas han tenido en los entornos costeros, lo que dificulta una planificación efectiva para el cambio climático y los esfuerzos de conservación. La investigación defiende un enfoque interdisciplinario para asumir desafíos ecológicos, que enfatiza la necesidad de integrar las actividades humanas históricas en futuras evaluaciones y estrategias ecológicas para la conservación de la naturaleza.
Al argumentar una comprensión más amplia de las interacciones entre las personas y el medio ambiente, los investigadores esperan facilitar una mejor cooperación entre científicos, grupos indígenas y conservacionistas, lo que lleva a soluciones más apropiadas para los problemas ambientales contemporáneos. Sus hallazgos transfieren un mensaje esencial: reconocer el papel integral de la administración nativa en la configuración de los ecosistemas costeros es crucial para reacciones efectivas al cambio climático y las prácticas de gestión sostenible.