La actividad militar estadounidense en el Caribe se ha intensificado, con nuevos informes de que al menos dos bombarderos estratégicos B-52 de la Fuerza Aérea estadounidense han realizado una serie de vuelos sin precedentes sobre la región. Este despliegue parece ser una respuesta directa a la escalada de tensiones con Venezuela. La inteligencia de fuente abierta (OSINT) ha confirmado que estos aviones transitaron por el Golfo de México, volaron a través del Canal de Yucatán entre México y Cuba y luego fueron avistados al norte de la costa venezolana, donde mantuvieron un patrón de espera durante más de una hora.
Las rutas de vuelo estratégicas de los bombarderos incluyeron una aproximación notable cerca de las islas de Gran Roque y La Orchila, que albergan instalaciones militares venezolanas a unas 100 millas de Caracas. Los bombarderos volaron una ruta rastreada por radar que no sólo causó alarma dentro del gobierno venezolano sino que también divirtió a los analistas y usuarios de las redes sociales, quienes notaron la forma peculiar que aparecían dichos vuelos en los mapas geográficos.
Aunque el Pentágono no ha emitido ningún comentario oficial, esta demostración de capacidad militar se interpreta ampliamente como una señal clara al gobierno de Nicolás Maduro, destacando el alcance operativo del Comando Sur de Estados Unidos. Los oficiales militares estadounidenses generalmente describieron la misión como parte de un entrenamiento rutinario de disuasión de largo alcance, destacando que operaciones similares a menudo tienen lugar desde la Base de la Fuerza Aérea de Barksdale en Luisiana.
Esta maniobra militar coincide con la creciente controversia sobre la participación de Estados Unidos en barcos en el Caribe supuestamente vinculados a redes de narcotráfico. Bajo la iniciativa recientemente anunciada por la administración Biden contra estos grupos, ahora clasificados como organizaciones terroristas, las operaciones estadounidenses en el área han enfrentado escrutinio y críticas relacionadas con las dimensiones legales y éticas de la intervención militar en escenarios sin combate.
Para complicar aún más la situación están las objeciones de China y Rusia a la acción estadounidense. Ambos países han condenado estas misiones militares por considerarlas perjudiciales para una región que se ha mantenido en gran medida libre de conflictos militares importantes. China ha caracterizado las operaciones estadounidenses como “unilaterales y excesivas”, mientras que Rusia las denunció como claras violaciones del derecho internacional; ambas posiciones surgieron durante discusiones en el marco de las Naciones Unidas.
A medida que cambia el panorama geopolítico, es probable que estos acontecimientos militares sigan provocando fuertes reacciones, no sólo de los países afectados, sino también de observadores internacionales preocupados por las consecuencias de la mayor presencia militar estadounidense en el Caribe.