Se informa que Estados Unidos está al borde de una acción militar en Venezuela, reforzado por una presencia significativa de 15.000 soldados en el Caribe y la reciente designación de Venezuela como estado terrorista. Aunque la administración Trump ha insinuado una estrategia de cambio de régimen dirigida al presidente Nicolás Maduro, aumentan las preocupaciones sobre las implicaciones legales y estratégicas de tal intervención. Los analistas, incluidos los del International Crisis Group, advierten sobre los peligros potenciales asociados con la acción militar, especialmente teniendo en cuenta los precedentes históricos sobre intentos fallidos de cambio de régimen.
Una consideración importante entre los responsables de la formulación de políticas es la falta de planificación para la estabilización posconflicto en Venezuela. Informes publicados recientemente destacan que se ha prestado mucha más atención a las operaciones militares contra el régimen de Maduro que al establecimiento de un marco de gobernanza en caso de que estas operaciones tengan éxito. Esto refleja fracasos anteriores de Estados Unidos en conflictos en Afganistán, Irak y Vietnam, donde una preparación inadecuada para la estabilización condujo a un caos y sufrimiento prolongados.
Mientras continúan las discusiones sobre posibles ataques militares, surgen preguntas críticas sobre quién gobernaría efectivamente Venezuela en un escenario post-Maduro. Por ejemplo, la destacada líder de la oposición María Corina Machado, aunque goza de buena reputación y goza de un importante apoyo popular, corre el riesgo de ser marginada si intervienen las fuerzas estadounidenses. Las facciones gobernantes chavistas leales a Maduro y Hugo Chávez podrían descartarla como una marioneta extranjera, socavando su influencia en el panorama de transición.
El ejército venezolano, acostumbrado a ejercer poder sobre la economía, también plantea un desafío importante. Muchos de sus elementos, entrelazados con las redes de clientelismo de Maduro, se perderán a medida que surja un nuevo orden político. El dilema radica en si un gobierno de transición desmantelaría estas redes –corriendo el riesgo de un colapso económico– o trataría de mantenerlas, fortaleciendo potencialmente a las mismas élites responsables de la crisis actual.
La seguridad sigue siendo otra dimensión crucial. La evidencia histórica sugiere que una estabilización exitosa depende del establecimiento de confianza y seguridad básica dentro de las comunidades. Con un historial de mala conducta, las fuerzas de seguridad venezolanas, incluidos los notorios grupos civiles conocidos como «colectivos», podrían poner en peligro cualquier autoridad gubernamental posterior a Maduro. Para abordar este problema sería necesario un proceso integral de reforma del sector de la seguridad que podría extenderse durante varios años.
Además, la dinámica de la cooperación regional complica los esfuerzos de estabilización. Los países vecinos que pueden desempeñar un papel central en una transición pueden albergar intereses encontrados. El gobierno colombiano, que enfrenta una importante presión de la inestabilidad venezolana, ha expresado su preocupación por una intervención militar estadounidense que complique aún más las cosas. De manera similar, Brasil y México enfrentan sus propias repercusiones políticas internas si se percibe que apoyan las acciones de Estados Unidos en la región.
Las implicaciones de la participación directa de Estados Unidos en Venezuela se extienden más allá de las crisis humanitarias locales. Una intervención militar podría alimentar un malestar geopolítico más amplio, empujando a los países sudamericanos a profundizar sus vínculos con adversarios estadounidenses como China y Rusia por temor a intervenciones similares en su territorio.
En última instancia, las posibles consecuencias de un ataque militar estadounidense contra Venezuela dependen de muchos factores complejos, incluidos los riesgos de una crisis migratoria masiva. A medida que se desarrolla la situación, resulta cada vez más claro que cualquier campaña militar contra Maduro requerirá una planificación de gobernanza y estabilización mucho más integral de lo que parece estar considerándose actualmente. Los desafíos inherentes a la gobernanza posconflicto pondrán a prueba la capacidad de Estados Unidos para responder de manera efectiva, proporcionando un crudo recordatorio de las difíciles lecciones aprendidas de intervenciones pasadas.



