Unidad militar de élite acusada de apoyar al régimen de Museveni en medio de acusaciones de violencia y represión


En Uganda, la administración del presidente Yoweri Museveni ha sido objeto de un escrutinio cada vez mayor, especialmente por el papel de la unidad militar de élite conocida como Comando de Fuerzas Especiales (SFC). Mientras Museveni, que ha estado en el poder desde 1986, se prepara para su reelección el próximo año, muchos ven al SFC como un ejército privado encargado de garantizar la continuidad de su gobierno y proteger los intereses de su dinastía familiar.

El liderazgo de Museveni ha estado marcado por acusaciones de manipulación electoral y violencia, con llamados a la transparencia cada vez más fuertes a medida que su gobierno se dirige a un nuevo ciclo electoral. Desde la independencia de Uganda en 1962, la narrativa de la transferencia de poder se ha arraigado exclusivamente a través de golpes o levantamientos militares. El panorama político actual está generando preocupación entre las figuras de la oposición que temen que, como en las elecciones anteriores de 2021, el SFC pueda obstaculizar sus esfuerzos de campaña.

Con el general Muhoozi Kainerugaba, hijo de Museveni, como jefe del ejército, han surgido acusaciones de que el SFC está involucrado en abusos contra los derechos humanos, incluido el secuestro y la tortura de activistas de la oposición. Esta unidad es considerada “como un ejército en la sombra”, leal sólo al presidente y su familia, lo que genera resentimiento entre los líderes militares tradicionales. Los analistas han advertido que el creciente poder del SFC podría generar un conflicto potencial dentro del ejército.

Establecido en los primeros años de la presidencia de Museveni, el SFC se ha convertido en una entidad altamente capacitada y bien financiada, que ha asumido responsabilidades de seguridad cruciales, como la protección de infraestructuras clave. Informes recientes indican que el país está involucrado en operaciones más allá de las fronteras de Uganda, lo que genera preocupaciones sobre su alcance e influencia. Los críticos argumentan que la función principal de la unidad es mantener el régimen, tanto contra la oposición como contra la disidencia dentro de las filas militares.

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Las acciones recientes del general Kainerugaba, incluidas burlas públicas de colegas militares y comentarios controvertidos en las redes sociales, han causado tanto intriga como alarma. Los analistas indican que este comportamiento refleja un malestar más amplio con la dinámica interna de las fuerzas armadas, especialmente con respecto a las prácticas de reclutamiento étnico que favorecen al grupo Banyankore de Museveni.

La reciente decisión del Parlamento de reconocer al SFC como uno de los cuatro servicios militares oficiales ha aumentado las preocupaciones. Los opositores califican la medida como una muestra de apoyo a una entidad ya controvertida, por temor a que legitime las actividades del SFC, que muchos consideran ilegales.

La potencial rivalidad entre el SFC y las fuerzas armadas regulares ha despertado la alarma entre los analistas políticos y militares que especulan sobre las turbulencias que podrían seguir a la eventual salida de Museveni. El panorama actual apunta a tensiones latentes que podrían estallar si no se pone en marcha un plan de sucesión claro.

En particular, voces de la oposición, incluidas figuras prominentes como Robert Kyagulanyi –conocido popularmente como Bobi Wine– han llamado al SFC un “escuadrón de tortura”. Las afirmaciones de Kyagulanyi de que está siendo atacado por agentes del SFC subrayan el clima de miedo prevaleciente en torno a la disidencia política en Uganda.

El futuro de Uganda sigue siendo incierto, y las divisiones internas del ejército indican una posible inestabilidad a medida que diferentes facciones compiten por el poder. A medida que evolucione la situación política, la influencia del SFC y su papel para asegurar el legado de Museveni seguirán sin duda siendo un punto central de discusión entre partidarios y críticos por igual.



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