En un análisis que votó al pensamiento, Roy Scranton, director de la Iniciativa de Humanidades Ambientales de la Universidad de Notre Dame, desafía las opiniones convencionales sobre el cambio climático. Scranton postula que el problema central no es solo altas emisiones de carbono o consumo de energía, ni el desequilibrio ecológico es causado por la actividad humana. En cambio, afirma que el mayor obstáculo está en la estructura de la civilización moderna misma, una sociedad industrial compleja y global que se ha vuelto insostenible y cada vez más vulnerable para la presión ambiental que implica el cambio climático.
Según Scranton, esta peligrosa situación se destaca en un estado de calle muerto. Su última investigación y libro reciente, «Impasse: Climate Change and the Limits of Progress», se sumerge en lo que él llama una situación inmanejable, caracterizada por numerosos desafíos para las soluciones propuestas. Scranton identifica barreras que van desde la lentitud institucional y la resistencia pública hasta las limitaciones de los recursos y las prioridades sociales competidoras.
En este libro, Scranton expresa que el impasse no solo es político e institucional, sino que también se extiende a las dimensiones cognitivas, existenciales y narrativas. Argumenta un enfoque que llama pesimismo ético como el camino potencial por delante. Scranton se distingue entre el pesimismo y el nihilismo y enfatiza que el pesimismo significa reconocer las limitaciones humanas, renunciar a ambiciones poco realistas y promover la solidaridad a la luz del sufrimiento. Señala que abrazar el pesimismo ético en el presente hace posible pasos utilizables en lugar de capitular un futuro idealizado.
Scranton también reflexiona sobre el «mito del progreso» e investiga cómo se han tratado diferentes culturas con colapsos sociales, fracasos en la comunicación de problemas climáticos, el extremismo político y las amenazas existenciales. Sugiere que comprender estos problemas no puede estar limitado por una historia progresiva que no pueda acomodar la complejidad de la crisis actual. Según Scranton, tales realizaciones revelan un «abismo ético paradójico y peligroso», en el que se propone que cerrar la brecha entre la modernización capitalista convencional y lo que nos espera requiere un salto de creencia en un futuro incierto.
Las últimas partes del libro investigan las raíces del optimismo y el pesimismo y las características psicológicas y los marcos cognitivos. Aunque reconoce que el optimismo ha otorgado beneficios históricamente evolutivos, Scanton afirma que se ha vuelto inapropiado en el contexto de una crisis ecológica global. Afirma que el pesimismo emerge como una respuesta ética más adecuada a los desafíos actuales.
En un resumen conmovedor, Scranton argumenta que el pesimismo se trata de reconocer las fronteras humanas naturales, confrontar la inevitabilidad del sufrimiento mientras encuentran formas de navegar y, en última instancia, cometer una «esperanza radical y paradoxal» que vale la pena vivir, incluso a la sombra de Cataclysm. Esta actitud filosófica invita a los lectores a reconsiderar sus perspectivas sobre el progreso y el futuro, e insiste en un enfoque más bueno y realista de la crisis climática.