El director de inteligencia nacional, Tulsi Gabbard, recientemente fue a X para denunciar al Washington Post y a uno de los reporteros, Ellen Nakashima, por lo que caracterizó como «intimidación activa» de su personal. En su posición, Gabbard afirmó que Nakashima había contactado a los oficiales de inteligencia en un nivel alto con la ayuda de un teléfono de quemador, por lo que no se identificó y muestra su relación con el periódico. Ella afirmó que Nakashima exigió información confidencial de estos funcionarios.
La publicación de Gabbard amplió sus quejas, lo que sugiere que el Washington Post había superado una línea ética no solo publicando material clasificado filtrado, sino que ahora se centra en los profesionales de inteligencia que eran responsables de protegerlos. Expresó su preocupación de que este comportamiento fuera una indicación de un entorno de los medios que estaba desesperado por socavar el éxito de la administración Biden. En su opinión, tales tácticas sugirieron un desprecio por la integridad periodística.
En una acusación adicional, Gabbard afirmó que Nakashima había «acechado» a su familia en Hawai, por lo que esto fue informado como parte de una operación política más amplia contra ella. Ella argumentó que estas acciones reflejan una ubicación en los medios que está dispuesta a dejar la ética al perseguir objetivos políticos, pidiendo un cese de tales actividades por el Washington Post.
En respuesta a las acusaciones de Gabbard, el Washington Post emitió una declaración en la que Nakashima fue defendida y afirmó que durante tres décadas ha construido una reputación como un reportero diligente y honesto que se especializa en seguridad nacional. El editor ejecutivo Matt Murray enfatizó que lograr posibles fuentes en lugar de confiar en las declaraciones oficiales es un aspecto fundamental del periodismo, por lo que las afirmaciones de Gabbard sobre la intimidación son rechazadas como infundadas.
Murray describió el puesto de Gabbard como un ataque personal que mostró un malentendido del papel de los medios de comunicación para responsabilizar a los funcionarios del gobierno. El portavoz de Gabbard repitió esta perspectiva y señaló que la reacción del Washington Post no incluyó la negación de las acciones de Nakashima.
Este intercambio llega a las ya mayores tensiones entre los funcionarios gubernamentales y los medios de comunicación, lo que refleja una lucha continua por la transparencia y la libertad de prensa. El incidente sirve como un capítulo diferente en la compleja relación entre las figuras políticas y los periodistas, en particular con respecto a cuestiones sensibles de seguridad nacional.