El presidente Donald Trump se ha pronunciado esta semana sobre la posibilidad de invocar la Ley de Insurrección, sugiriendo que tal medida podría ser necesaria para abordar lo que él describe como anarquía en las ciudades estadounidenses. Durante una conferencia de prensa el martes, Trump enfatizó su compromiso de garantizar «ciudades seguras» y hizo referencia a usos anteriores de la Ley de Insurrección, una ley que permite el uso de fuerzas militares estadounidenses en situaciones internas.
La portavoz de la Casa Blanca, Abigail Jackson, se hizo eco de la posición de la administración y dijo que Trump ha usado su autoridad para proteger a funcionarios y activos federales. “El presidente Trump no hará la vista gorda ante la anarquía que azota a las ciudades estadounidenses”, declaró.
Para comprender mejor las implicaciones de la Ley de Rebelión, es importante examinar su historia y propósito. La Ley de Insurrección, promulgada por el presidente Thomas Jefferson en 1807, le permite desplegar fuerzas militares a nivel nacional y federalizar las tropas de la Guardia Nacional bajo ciertas condiciones. Aunque históricamente se ha utilizado varias veces, no se ha recurrido a él en las últimas décadas. El último uso sustancial se produjo durante los disturbios de Los Ángeles en 1992, durante el gobierno del presidente George HW Bush, a petición de líderes municipales y estatales.
La ley describe factores desencadenantes específicos de la acción presidencial. Uno es una solicitud de asistencia del gobernador o del legislativo, mientras que otros criterios otorgan al presidente amplia autoridad para actuar cuando lo considere necesario para abordar “obstrucciones ilegales” o rebeliones contra la autoridad federal. La vaguedad del estatuto permite una interpretación amplia, lo que genera preocupaciones sobre la posibilidad de extralimitación. Una revisión de 2022 realizada por el Centro Brennan criticó este lenguaje amplio como una posible justificación para una acción militar incluso contra disturbios menores.
El presidente ha indicado que su umbral para definir la insurrección es bastante bajo, ya que anteriormente fue acusado de incitación a la insurrección en relación con los acontecimientos del 6 de enero de 2021. Recientemente caracterizó las protestas en ciudades como Portland como «pura insurrección», señalando su voluntad de considerar una acción militar si las condiciones se deterioran aún más.
La posible invocación de la Ley de Insurrección por parte de Trump diferiría significativamente de sus prácticas actuales. La ley daría a las fuerzas militares más autoridad en funciones de aplicación de la ley, como realizar arrestos o realizar registros, que generalmente están limitadas según la Ley Posse Comitatus de 1878. Recientemente, un juez federal dictaminó que el despliegue de tropas de la Guardia Nacional por parte de Trump durante las protestas en California violaba esa ley, citando la participación militar ilegal en la vigilancia nacional sin la aprobación del Congreso. Actualmente, la junta está apelando esta decisión.
Mientras Trump sopesa sus opciones, las discusiones en torno a la Ley de Insurrección subrayan una conversación nacional divisiva sobre la aplicación de la ley, los derechos de los estados y el poder presidencial en medio de los continuos disturbios civiles.