En una reciente cumbre destinada a promover la paz en Gaza, el expresidente Donald Trump ocupó los titulares con sus comentarios, que muchos observadores interpretaron como una expresión más de su característico interés personal. En un inesperado momento de diplomacia al que asistieron al menos 10 líderes europeos, Trump elogió al primer ministro húngaro, Viktor Orban, cuya administración a menudo es etiquetada de autoritaria.
La admiración de Trump por Orban se produjo en el contexto de su controvertida reputación. Conocido por su postura euroescéptica y sus estrechos vínculos con Moscú, Orbán es una figura polarizadora en la política europea, a menudo criticada por socavar las normas democráticas en Hungría. Sin embargo, Trump declaró alegremente: «Amamos a Viktor» y agregó: «Eres fantástico, ¿de acuerdo?». Esta muestra de apoyo fue recibida con reacciones encontradas, especialmente teniendo en cuenta los antecedentes de la administración de Orbán, que los politólogos describen cada vez más como «autoritarismo competitivo».
En sus comentarios, Trump enfatizó su apoyo inquebrantable a Orban, diciendo: «Lo apoyé en las últimas elecciones que tuvo y ganó por 28 puntos. Así que esta vez le irá aún mejor si consigue otras elecciones», y le aseguró: «Estamos detrás de usted al 100 por ciento».
La ironía de los comentarios de Trump no pasó desapercibida para los observadores. Si bien la erosión de los valores democráticos es ampliamente criticada en países como Venezuela, que es reconocido como un régimen de izquierda, acciones similares parecen haber encontrado una aprobación tácita en Hungría. Desde que llegó al poder en 2010, Orban ha socavado sistemáticamente las instituciones democráticas, restringido la libertad de prensa y atacado a varios grupos, incluidos opositores políticos, inmigrantes y la comunidad LGBTQ+. Analistas de organizaciones como el Centro de Análisis de Políticas Europeas han sugerido que Hungría está al borde del autoritarismo total, una preocupación exacerbada por el clima político fomentado por líderes como Orbán.
Si Orbán alguna vez perdiera un mandato popular, surgen preocupaciones sobre su voluntad de aceptar el resultado, con temores de que cuestione la integridad del proceso electoral. A medida que se desarrolló la cumbre, quedó claro que la dinámica política en Europa sigue siendo compleja, especialmente cuando los líderes caminan por la delgada línea entre populismo y gobernabilidad democrática.