En una reciente ceremonia de perdón del pavo de Acción de Gracias en la Casa Blanca, Donald Trump fue noticia al afirmar que Washington DC es ahora una “ciudad completamente segura”, a pesar del historial histórico de problemas de seguridad de la capital. La declaración se produjo apenas un día antes de un incidente alarmante que involucró a dos miembros de la Guardia Nacional de Virginia Occidental que fueron baleados en un área concurrida cerca de la Casa Blanca, lo que resalta el marcado contraste entre las afirmaciones de Trump y la realidad sobre el terreno. La emboscada tuvo lugar afuera de la estación de metro Farragut West, un área donde el personal de la Guardia Nacional estaba visiblemente presente apenas unas horas antes.
En un discurso desde su finca de Mar-a-Lago, Trump intentó politizar el tiroteo afirmando que el sospechoso ingresó a Estados Unidos desde Afganistán en 2021. Aprovechó la situación para amplificar sus mensajes de larga data sobre inmigración y aplicación de la ley, culpando directamente al presidente Joe Biden por supuestamente permitir la entrada al país de “millones de criminales violentos”. Además, apuntó a la comunidad somalí de Minnesota, exacerbando los sentimientos xenófobos con afirmaciones de que están “estafando a nuestro país”.
Trump anunció que su administración reevaluaría el estatus de los ciudadanos afganos que se encuentran actualmente en Estados Unidos, señalando que presionaría para que se expulsara a aquellos que considerara desfavorables para el país. Esta retórica generó preocupaciones sobre una postura más agresiva del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE), en línea con el continuo enfoque de Trump en la inmigración ilegal como un elemento clave de su identidad política.
A la luz de la violencia y los disturbios recientes, Trump declaró una “emergencia criminal” en Washington, alineando hábilmente esta retórica con su deseo de mantener una base sólida en medio de precios en aumento e investigaciones estancadas, como la que rodea a Jeffrey Epstein. Los críticos han interpretado la medida como una toma de poder autoritaria, especialmente dadas las recientes escaladas en ciudades de todo el país, que reflejan sentimientos de descontento expresados por los ciudadanos, incluido un joven que se enfrentó a la Guardia Nacional en una estación de metro.
Sin embargo, el tiroteo que involucró a los guardias marcó un hito preocupante como el primer acto importante de violencia contra miembros de la Guardia Nacional estacionados en Washington. A pesar de la presencia militar, las protestas anteriores en la ciudad siguieron siendo pacíficas, lo que refleja la complicada relación entre la Guardia Nacional y las comunidades a las que sirve. En particular, la alcaldesa local Muriel Bowser aceptó el despliegue de personal de la Guardia Nacional, pero anunció que no buscaría la reelección.
Los eventos dieron como resultado que a la Guardia Nacional se le asignaran diversas tareas, como la limpieza de parques y el mantenimiento de jardines, lo que provocó insatisfacción entre los miembros que esperaban una función de servicio más impactante. Un miembro anónimo del servicio expresó su descontento en un chat cifrado, cuestionando la validez de su compromiso con tales tareas.
La respuesta de Trump al tiroteo, anunciando la incorporación de 500 soldados de la Guardia Nacional, ha planteado dudas sobre la posibilidad de una mayor escalada en una ciudad que ya ha experimentado importantes disturbios políticos. El telón de fondo de violencia armada y tensiones políticas ha ensombrecido el país. Defensores como John Feinblatt de Everytown for Gun Safety enfatizan la urgencia de un liderazgo unificado para abordar estas crisis.
En marcado contraste con la unidad necesaria en ese momento, los comentarios de Trump profundizaron las divisiones, abriendo un camino controvertido para el manejo de la seguridad y los disturbios civiles por parte de la administración en la capital del país.



