Trump amenaza con acciones militares en Nigeria por denuncias de persecución cristiana


Donald Trump ha emitido una dura advertencia sobre una posible intervención militar en Nigeria, afirmando que el gobierno del país de África occidental no ha hecho lo suficiente para proteger a su población cristiana. En una publicación reciente en su plataforma Truth Social, Trump afirmó que la responsabilidad de la violencia actual recae en los «islamistas radicales» y expuso las consecuencias si el gobierno nigeriano no toma medidas. Afirmó que Estados Unidos podría «suspender inmediatamente toda ayuda y asistencia a Nigeria» y sugirió que podría estar sobre la mesa una respuesta militar, enmarcándola como una entrada al país «con armas de fuego».

Esta declaración de Trump se produce tras los esfuerzos conjuntos de legisladores estadounidenses y grupos cristianos conservadores que piden que Nigeria sea reconocida como “País de especial preocupación” (CPC) debido a una supuesta persecución religiosa. La designación alinea a Nigeria con países como Rusia, Arabia Saudita, Irán y China, aumentando la presión sobre Trump para que parezca decisivo al abordar el trato a los cristianos en el extranjero, un tema que resuena profundamente en partes de su base evangélica.

En Nigeria, la complejidad de las tensiones religiosas y étnicas complica la historia. El país es oficialmente laico, con una población compuesta aproximadamente por un 53% de musulmanes y un 45% de cristianos, además de quienes practican religiones indígenas africanas. Aunque la violencia contra los cristianos ha recibido considerable atención, muchos analistas sostienen que las motivaciones detrás de estos enfrentamientos tienen sus raíces en factores como la competencia por los recursos, más que en la discriminación puramente religiosa. En Nigeria central, por ejemplo, los enfrentamientos entre pastores musulmanes y comunidades agrícolas predominantemente cristianas a menudo surgen de disputas por la tierra y el agua, que se ven exacerbadas por diferencias étnicas y religiosas subyacentes. El conflicto se complica aún más por la tendencia a los secuestros en los que se pide rescate a miembros del clero, impulsados ​​más por motivos criminales que por animosidades religiosas.

El panorama de seguridad más amplio en Nigeria está plagado de desafíos. Grupos insurgentes como Boko Haram y el Estado Islámico de África Occidental (ISWAP) han llevado a cabo violentas campañas en el noreste desde 2009, desplazando a millones de personas. Además, las bandas criminales armadas participan periódicamente en secuestros masivos y redadas en comunidades musulmanas y cristianas en las regiones noroeste y centro-norte, explotando los agravios locales y la débil presencia estatal. En el sudeste, los movimientos separatistas especializados también han contribuido a la violencia, exacerbando la crisis humanitaria que afecta a miles de personas.

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A pesar de estas apremiantes amenazas a la seguridad, las autoridades nigerianas han luchado por mantener el control, y las fuerzas de seguridad enfrentan críticas por violaciones de derechos humanos que históricamente han afectado el apoyo de Estados Unidos en virtud de leyes como la Ley Leahy, que limita la venta de armas a grupos con un historial de abusos. La falta de vigilancia local y de un intercambio eficaz de inteligencia ha dejado a muchas comunidades vulnerables, lo que ha llevado a algunas a depender del vigilantismo.

En respuesta a los comentarios de Trump, el presidente nigeriano Bola Ahmed Tinubu se abstuvo de dirigirse directamente al expresidente, pero reconoció el marco democrático del país y las garantías de libertad religiosa. Destacó que etiquetar a Nigeria de intolerante no refleja la realidad del país. El portavoz de Tinubu, Daniel Bwala, calificó los comentarios de Trump como «una falta de comunicación» y expresó su esperanza de una posible reconciliación si los dos líderes tomaban medidas directas. Indicó además que cualquier intervención militar requeriría la cooperación con el gobierno nigeriano, fortaleciendo así la soberanía del país.

Sigue existiendo la preocupación de que las declaraciones de Trump puedan poner en peligro las relaciones bilaterales, afectando potencialmente la ayuda y las ventas de armas, y puedan ser aprovechadas por grupos secesionistas que busquen explotar la situación en Washington para su beneficio.



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