Miles de personas se reunieron en Wake Forest, Carolina del Norte, el sábado pasado para una vibrante celebración de la comunidad LGBTQ+, coincidiendo con el Día Nacional de Salir del Armario. El evento, caracterizado por un ambiente festivo, estuvo sin embargo subrayado por una conciencia palpable del clima político actual y sus consecuencias para los grupos marginados.
Amanda Cottrill, copresidenta del Wake Forest Pride Fest, enfatizó la importancia de la vigilancia durante estos tiempos. “Si prestamos mucha atención, vemos lo que podría pasar”, dijo, enfatizando la naturaleza cíclica de la historia y la necesidad de aprender de ella mientras celebramos los logros de la comunidad LGBTQ+.
En medio de las crecientes preocupaciones sobre las políticas recientes propuestas por la administración Trump (especialmente aquellas destinadas a excluir a las personas transgénero del servicio militar), los participantes expresaron tanto su alegría por su visibilidad como su preocupación por una posible reacción. Si bien los asistentes vestían atuendos de colores, las fuerzas del orden mantuvieron una presencia visible, monitoreando el evento desde los tejados y patrullando las calles.
Se produjo un momento notable cuando el autor y activista John Pavlovitz subió al escenario y entregó un apasionado mensaje de unidad y resiliencia. “No permitiremos que nos deshumanicen, maltraten o borren a nosotros mismos ni a las personas que nos importan”, declaró, animando a la multitud con su perspectiva optimista en medio de las crecientes tensiones.
Entre los asistentes, Phoenix Bilodeau, una persona transgénero, expresó su preocupación por el potencial de violencia en este tipo de reuniones públicas. “Ya han etiquetado a las personas transgénero como terroristas”, señaló Bilodeau, expresando temor a narrativas cada vez más hostiles contra la comunidad LGBTQ+.
Por el contrario, un grupo opuesto a la celebración se reunió cerca, cantando himnos y sosteniendo carteles pidiendo arrepentimiento. El granjero local Will Arterburn, que ayudó a organizar este contragrupo, ofreció su opinión sobre el evento y sus implicaciones morales percibidas: “Este evento en particular está en conflicto directo con las Escrituras y las enseñanzas de la Biblia… Queríamos estar aquí como una presencia de luz”.
A pesar de los mensajes contradictorios, muchos asistentes celebraron el encuentro como una afirmación crucial de identidad y amor. Nikki Lyons, una residente local que se mudó desde California, reflexionó sobre la importancia de tales eventos como medio para resistir la adversidad política. Su emotiva reacción fue evidente cuando abrazó a su pequeña hija Maeve, quien ondeaba juguetonamente una mini bandera del Orgullo. “Debemos unirnos y oponernos a este gobierno”, dijo Lyons apasionadamente, subrayando el deseo colectivo de aceptación y amor dentro de la comunidad.
El evento sirvió no sólo como una celebración del orgullo, sino también como un recordatorio de las luchas actuales que enfrenta la comunidad LGBTQ+, reforzando la necesidad de solidaridad ante la adversidad.