El Reino Unido está siendo testigo de cambios significativos en sus patrones climáticos invernales, con un aumento de las temperaturas y un aumento de las precipitaciones que se atribuyen al cambio climático inducido por el hombre. Los datos a largo plazo muestran que las temperaturas medias invernales han aumentado significativamente, un aumento de alrededor de 1°C en comparación con principios del siglo XX. La década actual, que va de 2015 a 2024, ha registrado temperaturas 1,24°C superiores a la media histórica entre 1961 y 1990.
Sorprendentemente, seis de los diez inviernos más cálidos de la historia de Gran Bretaña han ocurrido desde el año 2000, lo que refleja una alarmante tendencia al calentamiento. A escala mundial, 2023 ha sido identificado como el año más caluroso jamás registrado, con temperaturas que alcanzaron niveles sin precedentes en diciembre, estableciendo nuevos récords de temperatura en muchos lugares.
En Gran Bretaña ha habido una notable disminución en la frecuencia de las heladas en el aire y en el suelo, que ha disminuido alrededor de un 25% desde los años 1980. Esta tendencia ha resultado en una rareza cada vez mayor de los días de nieve en todo el país. A medida que el clima continúa calentándose, es más probable que las precipitaciones invernales se manifiesten en forma de lluvia en lugar de nieve, lo que cambia el paisaje invernal tradicional.
A pesar de estas tendencias de calentamiento, Gran Bretaña aún podría experimentar olas de frío extremo. Un ejemplo clave de esto fue la “Bestia del Este” en 2018, que provocó severas condiciones climáticas invernales en gran parte de Europa. Este evento causó perturbaciones generalizadas y tuvo efectos persistentes que duraron hasta bien entrada la primavera meteorológica.
Los impactos actuales del cambio climático están dando lugar a debates urgentes sobre la adaptación a esta nueva realidad invernal, al mismo tiempo que se abordan los problemas subyacentes que contribuyen al calentamiento global.



