Los investigadores están secuenciando el genoma del roble blanco para mejorar la sostenibilidad y la resiliencia de las especies.


En un avance significativo para las ciencias ambientales, investigadores han secuenciado el genoma completo del roble blanco (Quercus alba), una especie crítica para la biodiversidad y la actividad económica en el este de América del Norte. Este hito, dirigido por Meg Staton de la Universidad de Tennessee, abre la puerta a nuevos conocimientos sobre la estructura genética del árbol, que es fundamental para aumentar su resiliencia ante los crecientes desafíos de sostenibilidad.

Los robles blancos no logran reclutar plántulas debido a la intensa competencia de plantas nativas e invasoras, además de factores estresantes ambientales como la sequía y las enfermedades. Esta baja tasa de germinación y crecimiento exitosos en árboles maduros genera preocupación sobre la supervivencia de la especie.

Staton enfatiza la importancia del descubrimiento de la secuenciación del genoma y afirma: «Si bien decodificar el genoma es un avance monumental, el siguiente paso es identificar qué marcadores genéticos son críticos para la sostenibilidad en entornos desafiantes». Esta investigación tiene como objetivo resaltar rasgos beneficiosos, como la resistencia a las plagas y la adaptabilidad al clima, en el roble blanco, lo que podría conducir al desarrollo de una nueva generación de árboles más capaces de sobrevivir a condiciones adversas.

La importancia ecológica del roble blanco va mucho más allá de su majestuoso tamaño. Como especie clave, sustenta una amplia gama de vida silvestre, incluidos mamíferos, aves, insectos y hongos, al tiempo que contribuye a la salud del suelo y al secuestro de carbono. Comercialmente, el roble blanco es conocido por su madera dura de alta calidad, que se utiliza de manera destacada en productos como barriles de whisky en destilerías destacadas.

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Además de Staton, Drew Larson de la Universidad de Indiana participó en esta iniciativa de colaboración, que incluye contribuciones de la Universidad de Kentucky, el Servicio Forestal de EE. UU. y otros. Su trabajo innovador ofrece un camino esperanzador para mejorar la sostenibilidad forestal.

En un esfuerzo paralelo, el Margaret Finley Shackelford Orchard Complex se centra en mejorar la salud a largo plazo de varias especies de árboles, con especial énfasis en los robles. Fundada en 2001, la instalación cubre más de 100 acres en Tennessee y está dedicada a la investigación forestal de precisión. Dirigidos por Allan Houston y Scott Schlarbaum, los investigadores están experimentando con plántulas de árboles en pequeños claros del bosque. Este enfoque innovador desafía las prácticas forestales tradicionales al fomentar la competencia entre especies, lo que resulta en éxitos previamente inesperados para las especies de roble.

Estudios recientes han demostrado que tres especies de robles (el roble blanco, el roble de agua y el roble de corteza de cerezo) son particularmente eficaces en sus ecosistemas. La investigación genética sobre el roble blanco se remonta a 1973 y culminó con el establecimiento de huertos semilleros destinados a aumentar la diversidad genética y garantizar un suministro constante de especies de árboles cruciales para los bosques locales.

A medida que crece la demanda de prácticas forestales sostenibles en medio de una población humana en auge y la cantidad cada vez menor de tierra disponible para los bosques, el trabajo de UTIA y sus socios tiene como objetivo fortalecer los ecosistemas forestales para las generaciones futuras. Schlarbaum afirma: «Los logros de UTIA en la decodificación del ADN, el desarrollo de huertos semilleros y los experimentos forestales de precisión fortalecerán los ecosistemas forestales y garantizarán su vitalidad para las generaciones futuras».



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