El segundo mandato del presidente estadounidense Donald Trump ha visto acciones ejecutivas sin precedentes, en particular un ataque militar contra barcos sospechosos de contrabando de drogas en el Caribe, una medida que plantea dudas tanto sobre su legalidad como sobre sus intenciones. Desde principios de septiembre, Estados Unidos ha llevado a cabo siete ataques contra presuntos barcos narcotraficantes frente a la costa venezolana y dos en el Océano Pacífico, matando al menos a 37 personas. El gobierno considera estas acciones como una campaña contra los «narcoterroristas», acusando específicamente al presidente venezolano Nicolás Maduro de liderar un cártel de la droga, pero no ha proporcionado pruebas sustanciales que respalden estas afirmaciones.
Los críticos, incluidos muchos en el Capitolio, expresan escepticismo sobre la lógica detrás de estos ataques, preocupados de que puedan ser parte de una estrategia más amplia destinada a desestabilizar el régimen de Maduro. Los expertos legales afirman que las huelgas pueden violar tanto las leyes nacionales como las internacionales. La base constitucional para la acción militar es el Artículo II, pero el uso de fuerza letal contra presuntos narcotraficantes carece de base legal y no cumple con las normas que rigen la acción militar. Las Naciones Unidas han condenado las acciones militares estadounidenses, afirmando que los gobiernos no pueden ejecutar sumariamente a individuos acusados de tráfico de drogas y que tales acciones deben cumplir con el estado de derecho, incluida la cooperación internacional.
Aunque Trump afirma que Estados Unidos está involucrado en un “conflicto armado” con los cárteles de la droga, muchos expertos creen que los ataques no tienen base legal suficiente. En particular, el Congreso no ha declarado oficialmente la guerra a Venezuela, y una reciente resolución sobre poderes de guerra que buscaba restringir estas operaciones militares fue efectivamente bloqueada en el Senado. Los críticos, incluido el senador Adam Schiff, han considerado los ataques “peligrosos” y “anárquicos”, lo que genera preocupación sobre sus implicaciones.
A nivel operativo se debate la efectividad de atacar embarcaciones frente a las costas de Venezuela. Venezuela no es una fuente primaria de fentanilo –el opioide responsable en gran medida del aumento de las muertes por sobredosis en Estados Unidos– ni desempeña un papel importante en el tráfico de drogas en comparación con otros países latinoamericanos como México. Los expertos dicen que los esfuerzos tradicionales contra las drogas normalmente implican sacar y abordar embarcaciones en lugar de una destrucción total. Por tanto, el actual enfoque militar plantea dudas sobre su impacto en la actual crisis de las drogas en Estados Unidos.
Las opiniones de los expertos sugieren que estas operaciones militares pueden tener fines políticos. Los ataques podrían ser una faceta de una estrategia para aumentar la presión sobre Maduro, en línea con el antiguo desdén de Trump por el gobierno venezolano. A medida que se intensifica la retórica en torno al cambio de régimen, los críticos advierten sobre las posibles consecuencias negativas. Quienes apoyan esta acción militar, incluido el Secretario de Estado Marco Rubio, la sitúan en el contexto de una lucha más amplia contra los cárteles, pero persiste el escepticismo.
Los funcionarios estadounidenses dicen que el foco sigue siendo la lucha contra el narcoterrorismo, y se ofrece una recompensa de 50 millones de dólares por información que conduzca al arresto de Maduro. Las implicaciones más amplias de la intervención militar son profundas; Esta escalada de alto perfil no sólo aumenta las tensiones en Venezuela, sino que también afecta las relaciones con otros países latinoamericanos, especialmente Colombia, donde han surgido malentendidos y acusaciones sobre acciones militares estadounidenses que provocaron víctimas civiles.
El panorama geopolítico regional está plagado de preocupaciones de que la continuación del conflicto podría beneficiar a adversarios como China, que ha aumentado su presencia en América Latina. Los expertos advierten que el enfoque de Trump está reviviendo intervenciones que recuerdan a las políticas de la Guerra Fría, legitimando potencialmente el desprecio por la soberanía nacional y promoviendo la inestabilidad en una región compleja.
A pesar de las críticas y las crecientes tensiones, la administración Trump defiende firmemente su doctrina y enfatiza su compromiso con la lucha contra los narcóticos. Un portavoz reafirmó que las acciones de Trump son parte de un compromiso más amplio para abordar la crisis de las drogas que afecta las vidas de los estadounidenses, considerando los ataques militares como pasos necesarios en una guerra declarada contra el tráfico de drogas y sus peligros asociados.



