Los miembros del servicio estadounidense hacen sacrificios significativos en sus funciones y se esfuerzan por mantener la posición de Estados Unidos en los asuntos globales. Sin embargo, recientemente algunos oficiales militares han expresado preocupación por las operaciones militares estadounidenses, especialmente los ataques a barcos presuntamente involucrados en el contrabando de drogas. Los críticos argumentan que estas acciones podrían sentar inadvertidamente un precedente legal que podría brindar a los adversarios, especialmente a China, nuevas oportunidades de ganancias estratégicas.
Los orígenes de estas operaciones se remontan a principios de septiembre, cuando la administración Trump lanzó ataques militares contra barcos en el Caribe, alegando que estaban contrabandeando drogas a Estados Unidos. Desde entonces, el gobierno estadounidense ha revelado que ha llevado a cabo 13 ataques que provocaron la muerte de al menos 57 personas. La justificación de estas acciones ha sido formulada por el presidente Trump como una respuesta directa a una forma de «narcoterrorismo».
Los expertos legales han hecho sonar la alarma, argumentando que el marco de participación del gobierno es fundamentalmente defectuoso. Los críticos argumentan que la designación de los cárteles como organizaciones terroristas distorsiona inapropiadamente el concepto de terrorismo y que las circunstancias no cumplen con los criterios necesarios para un conflicto armado según el derecho internacional. Además, los expertos enfatizan que el Congreso no ha autorizado tales acciones, señalando que los poderes constitucionales otorgados al presidente en virtud del Artículo II se aplican a amenazas reales más que a ataques preventivos contra actores no estatales.
A medida que la situación evoluciona, Estados Unidos ha intensificado su presencia militar en la región, desplegando buques de guerra y aviones avanzados. Las recientes órdenes del Secretario de Defensa Pete Hegseth para que el USS Gerald R. Ford opere más cerca de América Latina plantean preocupaciones sobre la posibilidad de ataques a objetivos terrestres, lo que podría constituir violaciones de la soberanía nacional de los países involucrados.
Han surgido objeciones bipartidistas a estas acciones militares desde varios sectores, incluido el Congreso, expertos legales y activistas de derechos humanos. Aunque el desacuerdo sobre las operaciones militares no es nuevo, las circunstancias actuales son particularmente tensas. A diferencia de conflictos anteriores, en los que Estados Unidos carecía de opciones viables para contrarrestar las amenazas de grupos como Al Qaeda, las estrategias contemporáneas para abordar el tráfico de drogas podrían centrarse más eficazmente en la aplicación de la ley local y la asignación de recursos, como el fortalecimiento de las capacidades de la Guardia Costera y las fuerzas del orden locales.
Las implicaciones de tratar el tráfico de drogas como un conflicto armado se extienden mucho más allá de las fronteras de Estados Unidos. Este nuevo marco legal podría ser utilizado como arma por adversarios como China. Por ejemplo, si Estados Unidos sienta un precedente de acción militar en respuesta al contrabando de narcóticos, China podría aplicar este razonamiento de manera práctica para hacer valer sus reclamos sobre regiones como Taiwán y el Mar de China Meridional. Al calificar de ilegales las acciones de los barcos taiwaneses o de los barcos pesqueros vecinos, China podría justificar los ataques militares con el pretexto de proteger su soberanía. Esta escalada podría provocar un aumento de las tensiones y de acciones militares, cambiando la dinámica de poder en la región del Indo-Pacífico.
La trayectoria de los ataques estadounidenses contra presuntos narcotraficantes en América Latina podría, sin darse cuenta, envalentonar a los adversarios y crear un escenario precario para las relaciones internacionales. Por lo tanto, la comprensión y la prudencia en la estrategia militar son primordiales para que los líderes militares y gubernamentales de Estados Unidos salvaguarden los intereses nacionales en un panorama geopolítico en evolución.



