Líderes mundiales se reúnen en Brasil para la COP30 en medio de la crisis amazónica


Los líderes mundiales se reunirán este año en Belem, Brasil, para la Cumbre del Clima de las Naciones Unidas, un escenario que resalta claramente la urgencia de los problemas ambientales globales. Cuando lleguen estos líderes, muchos contemplarán por las ventanillas de sus aviones un impresionante paisaje de vibrante selva verde intercalada con tierras áridas, un testimonio del alarmante hecho de que aproximadamente el 17% de la selva amazónica se ha perdido en los últimos cincuenta años debido a la agricultura, la tala y la minería.

Considerada el ‘pulmón del mundo’ por su importante capacidad de absorber dióxido de carbono, la Amazonía está cada vez más amenazada por los incendios forestales y la deforestación debida a la ganadería. El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, está decidido a aprovechar este contexto para obtener apoyo internacional, con el objetivo de movilizar fondos para frenar la degradación actual de los bosques tropicales críticos en todo el mundo.

La Conferencia de las Partes de este año, llamada COP30, se llama ‘COP de Implementación’, con la esperanza de generar compromisos viables y compromisos financieros que se basen en discusiones previas. Sin embargo, la ausencia de líderes prominentes de los mayores emisores de gases de efecto invernadero del mundo podría obstaculizar estas ambiciones. Estados Unidos, en particular, se retiró de los acuerdos climáticos de París bajo la administración del presidente Donald Trump y ahora ha optado por no enviar altos funcionarios a la cumbre. Mientras tanto, la representación de China se limitará al viceprimer ministro Ding Xuexiang, lo que dejará a líderes como el primer ministro británico Keir Starmer, el canciller alemán Friedrich Merz y el presidente francés Emmanuel Macron lidiando con desafíos tanto políticos como ambientales.

Las consecuencias de la ausencia de Estados Unidos son preocupantes para muchos. Los defensores temen que este vacío pueda conducir a un declive de la política climática global, sugiriendo que la ausencia de liderazgo estadounidense podría alentar a los gobiernos a adoptar políticas más regresivas. «La posición de Trump afecta todo el equilibrio global. Empuja a los gobiernos aún más hacia la negación y la desregulación», dijo Nadino Kalapucha, representante del grupo indígena amazónico Kichwa de Ecuador.

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En marcado contraste, Lula ha posicionado a Brasil como líder en diplomacia climática al haber logrado avances en la reducción de la deforestación en el Amazonas. Planea anunciar una iniciativa llamada Fondo de Bosques Tropicales para Siempre, cuyo objetivo es aumentar el apoyo a más de 70 países en desarrollo comprometidos con la conservación de las selvas tropicales. La intención es que por cada dólar invertido, este fondo atraiga 4 dólares en contribuciones del sector privado.

“Ha llegado el momento de que los líderes mundiales afronten honestamente la realidad del cambio climático”, afirmó el ministro de Asuntos Exteriores, Mauro Vieira. Sin embargo, las acciones recientes de Lula, incluida la concesión a Petrobras de un permiso para explorar en busca de petróleo cerca de la desembocadura del Amazonas, han provocado reacciones negativas y escepticismo sobre su compromiso con el liderazgo ambiental.

Ser anfitrión de la cumbre plantea desafíos logísticos para Brasil, especialmente dada la capacidad limitada de Belem. Con sólo 18.000 camas de hotel y una afluencia esperada de decenas de miles de participantes, los funcionarios y asistentes se enfrentaron a una lucha por encontrar alojamiento, lo que llevó a aumentos extremos de precios y acuerdos de vivienda poco convencionales, como la transformación de escuelas y edificios públicos en refugios temporales. Algunos incluso han recurrido a opciones no convencionales como los “moteles del amor”, que normalmente atienden a una clientela diversa y ahora atienden a los principales asistentes a conferencias dispuestos a pagar tarifas significativamente más altas.

El activismo también es fundamental para la COP30, lo que supone un refrescante contraste con cumbres anteriores bajo regímenes más restrictivos. Los manifestantes, incluidos jóvenes activistas y líderes indígenas, acogen con satisfacción su capacidad para protestar públicamente y llegar en barco con mensajes audaces que exigen medidas sobre el cambio climático. El espíritu de libertad en Brasil ha creado un entorno en el que los activistas pueden participar abiertamente, un marcado alejamiento de las restricciones impuestas en reuniones recientes.

A medida que se desarrolle la COP30, el mundo estará atento, no solo a las propuestas y compromisos realizados, sino también a los activistas y líderes que dan forma a la narrativa y el futuro de la acción climática.



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