La semana pasada marcó otro momento controvertido en el conflicto en curso en Ucrania, cuando el expresidente Donald Trump dio a conocer su última propuesta de paz. La iniciativa revivió temas familiares, particularmente reflejando críticas pasadas al liderazgo de Ucrania y aparentemente marginando a Kiev y sus aliados europeos. Trump había invitado previamente al presidente ruso Vladimir Putin a una cumbre en Alaska, lo que provocó malestar entre los funcionarios ucranianos que se sintieron excluidos de discusiones cruciales.
En una sorprendente repetición de los acontecimientos del verano, Trump advirtió públicamente al presidente ucraniano Volodymyr Zelensky, dando a entender que debería expresar más gratitud por los esfuerzos de mediación del gobierno de Estados Unidos. Esto llevó a Zelensky y a los líderes europeos a proceder con cautela en sus esfuerzos por mitigar las consecuencias. Su respuesta pareció eficaz después de una reciente reunión en Ginebra entre el secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, y una delegación ucraniana.
Los informes indicaron que un plan de 28 puntos redactado conjuntamente por el enviado de Trump, Steve Witkoff, y el asesor del Kremlin, Kirill Dmitriev, reflejaba en gran medida las demandas maximalistas de Moscú. Esta propuesta implicaba ceder nuevo territorio en la región de Donbas a Rusia, imponer restricciones a la soberanía de Ucrania y limitar drásticamente el tamaño del futuro ejército, términos que son categóricamente inaceptables para Ucrania. A la luz de esto, Rubio reconoció que se estaba trabajando en un marco “más refinado”, destacando los importantes desafíos por delante.
A medida que la incertidumbre se cierne sobre las negociaciones reales, es necesario reafirmar ciertos principios para guiar debates significativos. Los principios clave de la seguridad europea y del derecho internacional dictan que la agresión de Rusia no debe ser recompensada y que la soberanía de Ucrania debe seguir siendo una prioridad. El hecho de que la administración Trump se presente como un mediador neutral entre partes dispares en el conflicto coloca a Ucrania en una clara desventaja.
En respuesta, se insta a los países europeos a adoptar una postura más proactiva en las negociaciones, utilizando la influencia colectiva para apoyar la posición de Zelensky. La posibilidad de un acuerdo sobre “reparaciones” de 140.000 millones de euros respaldadas por activos rusos congelados podría cambiar la dinámica, poniendo en duda la suposición de Putin de que puede soportar la resistencia ucraniana indefinidamente.
Para una solución duradera, es crucial una combinación de apoyo militar y económico a Ucrania, junto con una mayor presión sobre Rusia. En lugar de presionar a Zelensky para que llegue a un compromiso, la atención debería centrarse en fortalecer el poder de negociación de Ucrania. Zelensky reiteró el núcleo del conflicto: que es inequívocamente Rusia quien inició esta guerra y continúa negándose a resolverla. Los primeros signos indican que el Kremlin rechazará cualquier cambio al plan propuesto, lo que subraya la imprevisibilidad de los diálogos futuros. Para hacer frente a estos desafíos, los líderes europeos tienen la responsabilidad urgente de promover avances tangibles en la crisis actual.



