El presidente Donald Trump hizo recientemente afirmaciones controvertidas sobre tropas estadounidenses que participaron en combates cuerpo a cuerpo con miembros de la pandilla venezolana Tren de Aragua en las calles de Washington, DC. Funcionarios de la Fuerza de Tarea Conjunta-Distrito de Columbia (JTF-DC), que supervisa la presencia militar en la capital, negaron rotundamente estas acusaciones y afirmaron que tales hechos nunca ocurrieron.
Durante un discurso ante líderes militares el mes pasado, Trump afirmó que pandillas supuestamente compuestas por menores del Tren de Aragua se encontraron con miembros de la Guardia Nacional, lo que llevó a lo que describió como un altercado físico en el que las tropas «golpearon» a estos presuntos pandilleros antes de arrestarlos y transportarlos «de regreso a su país». Esta afirmación fue recibida con escepticismo; un funcionario de defensa anónimo lo descartó como «una evidente tontería» y dos funcionarios adicionales lo consideraron ridículo.
Los críticos han enfatizado que la narrativa de Trump es parte de una estrategia más amplia para exagerar el crimen urbano para justificar los despliegues militares en ciudades estadounidenses, que el presidente describe como caóticas y plagadas de crimen. Hina Shamsi, de la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles, enfatizó que no existe una emergencia real que impulse el despliegue de agentes federales en áreas urbanas, incluida Washington, DC.
Además, la afirmación de Trump de una reducción dramática de la delincuencia en la capital también se contradice con los informes reales sobre delincuencia del Departamento de Policía Metropolitana. A pesar de que Trump se jacta de que “DC ahora es un no, es una ciudad libre de crimen”, comunicados de prensa recientes de la policía han informado de múltiples incidentes violentos, incluidos asesinatos.
En medio de crecientes tensiones, la administración Trump ha intentado ocupaciones militares similares en ciudades como Los Ángeles, Chicago, Portland y Memphis. Los tribunales han comenzado a rechazar estas acciones, y varios jueces federales dictaminaron que los despliegues no tenían base fáctica y calificaron de infundadas las afirmaciones del gobierno de rebelión en estas ciudades.
Expertos y críticos han establecido paralelismos entre la retórica actual de Trump y su tendencia histórica a demonizar a la juventud, especialmente a las minorías. Sus estrategias de difamación pasadas se hacen eco del infame caso de los Cinco de Central Park, donde pidió la pena de muerte para adolescentes negros y latinos acusados injustamente de un delito, para luego ver esas condenas anuladas.
En discusiones sobre su retórica en torno al crimen urbano, los expertos han sugerido que el presidente está fomentando deliberadamente un clima de miedo para consolidar el poder, retratando a Estados Unidos como una nación en crisis. Este patrón de dar la alarma sobre el crimen parece ser una táctica para ganar apoyo público para una mayor militarización y control, a pesar de la evidencia que sugiere que los índices de criminalidad no respaldan medidas tan extremas.
Si bien la Casa Blanca se ha abstenido de abordar las afirmaciones específicas de Trump sobre los supuestos enfrentamientos entre pandillas, la situación actual refleja los esfuerzos más amplios de la administración por utilizar narrativas hiperbólicas para justificar la militarización en contextos internos, lo que genera importantes preocupaciones entre los defensores de los derechos civiles y los expertos legales por igual.