La recuperación del helicóptero MI-17 del ejército colombiano se enfrenta a una crisis en medio de infracciones contractuales estadounidenses


Los esfuerzos del ejército colombiano para restaurar su flota de los helicópteros MI7 enfrentan desafíos considerables debido a una crisis relacionada con un contrato con la compañía estadounidense Vertols Company. Esta iniciativa tenía como objetivo revitalizar las posibilidades tácticas y logísticas del avión ruso del ejército. Sin embargo, el proyecto son retrasos graves y críticas oficiales que la continuidad del contrato ha tomado, y los recursos públicos reservados para modernizar la aviación militar de Colombia, con riesgo.

El Ministro de Defensa, Pedro Sánchez Suárez, reveló que el contrato de mantenimiento y reparación, que excede más de 32 millones de dólares, está en peligro por el fracaso del contratista para entregar según lo prometido. Si bien se contrataron algunos helicópteros a principios de este año, la mayoría de los trabajos de reparación se atascó. La Oficina del Inspector General de la Nación informó un retraso sorprendente del 92% en el progreso físico del proyecto. También subrayó la falta de documentación crítica, incluidos los certificados de aeronavegabilidad, los registros de trazabilidad de los componentes y los documentos de monitoreo. Estas deficiencias, exacerbadas por la transparencia insuficiente en los informes de implementación, han llevado una preocupación urgente del Ministerio de Defensa y los cuerpos de supervisión.

Contrato 012-2024, en el que una inversión general de aproximadamente 38 millones de dólares, destinó a restaurar seis helicópteros: tres fueron entregados en junio, mientras que los tres restantes fueron planeados para su finalización antes de noviembre. El fracaso del contratista para cumplir con estos plazos y estándares técnicos es alarmante, ya que los MI-17 sirven como una posesión esencial para el ejército colombiano. Estos helicópteros juegan un papel crucial en el apoyo logístico, el transporte de tropas, las evacuaciones médicas y la respuesta a desastres. La Brigada de Aviación no. 32 había indicado que el retorno de estos aviones era crucial para mejorar la capacidad operativa nacional, un objetivo que ahora se ha visto seriamente afectado.

Esta peligrosa situación ocurre en medio de tensiones crecientes entre el gobierno del presidente Gustavo Petro y los Estados Unidos, quienes reflejan una disminución sin precedentes en las relaciones diplomáticas. Los observadores interpretan los problemas que surgen de los sistemas de interpretación que se contraen como sintomáticos para la reducción de la confianza de Colombia y la creciente dependencia estructural de la cooperación militar estadounidense. Las irregularidades en la implementación del contrato pueden empeorar estas tensiones, especialmente después de la reciente decisión de Washington de decertarse de Colombia en sus esfuerzos contra el tráfico de drogas.

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A la luz de estos desarrollos, el gobierno colombiano ha tomado una posición determinada. El presidente Petro anunció la suspensión de futuras compras de armas estadounidenses, etiquetada como «inaceptable» y rechaza todas las asociaciones de política de seguridad nacional con intereses extranjeros. Este es un momento crítico en el socio de defensa históricamente estrecho entre Bogotá y Washington, que durante mucho tiempo ha sido una piedra angular de las estrategias regionales antarcóticas.



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