La inutilidad de la intervención afgana de Great -Brinin y las lecciones disueltas


Llama a una investigación pública sobre el tratamiento de la superunción afgana se intensifica, ya que el control de las decisiones políticas británicas durante la guerra en Afganistán se está profundizando. La perspectiva de una investigación dirigida por el tribunal ha comparado una estrategia que a menudo se usa para dejar de lado la vergüenza política, con acusaciones de que el ex primer ministro Tony Blair puede evitar la responsabilidad.

Al revisar las primeras decisiones que llevaron a la participación del Reino Unido en Afganistán en 2001, muchos observadores señalan que la justificación para la invasión de la credulidad limitada. Mientras que Estados Unidos solicitó reundencia contra el régimen talibán para las posadas de Al-Qaida después de los ataques del 11 de septiembre, los críticos afirman que una reacción militar directa fue comparable al reciente enfoque para Donald Trump con Irán. Llamar al Artículo 5 de la Convención de la OTAN, que reclama un ataque contra un aliado como un ataque contra todos, parecía fuera de lugar, ya que los talibanes Groot -Brtain no amenazaban con ninguna forma de terrorismo.

Otros aliados de la OTAN, que están bajo presión para expresar solidaridad, limitaron en gran medida su participación a roles de apoyo y no combates. Después de que la campaña militar inicial había expulsado a los talibanes, muchos creían que la precaución dictaría una rápida retirada de las fuerzas extranjeras. Sin embargo, la dedicación de Blair a una presencia militar a largo plazo se hizo evidente. Argumentó por la «estructura de la nación» a pesar del considerable escepticismo de los funcionarios estadounidenses. El ávido deseo de Blair de Gran Bretaña para mantener un papel mundial prominente, lo llevó a una presión sobre la extensa participación militar, una ambición que finalmente falló.

Mientras que las tropas británicas ocupan Afganistán, los esfuerzos culminaron en un intento miserable de suprimir a los talibanes en Helmand, lo que resultó en víctimas significativas. Las consecuencias de esta estrategia militar se sintieron mucho más allá del campo de batalla. Muchos empleados afganos que apoyaron las actividades británicas estaban en peligro cuando los talibanes lideraron el poder, lo que condujo a temores por su seguridad cuando se filtró una lista de personas vulnerables. El LEK condujo a una respuesta del gobierno dirigida a la confidencialidad, dirigida por el entonces Secretario de Defensa Ben Wallace.

Sin embargo, este enfoque resultó ser inútil cuando la caída de la situación continuó desarrollándose. Los recientes intentos del parlamento de atribuir la culpa del LEK sobre las líneas del partido han sido criticados, dado que los primeros compromisos militares fueron apoyados por unanimidad en varios nodos tanto por el gabinete como por el poder legislativo. Para 2021, cuando el Reino Unido finalmente retiró sus fuerzas armadas, el establecimiento político había renunciado en gran medida a las consecuencias de las decisiones anteriores.

Las estadísticas que rodean el conflicto son marcadas: 457 personal de servicio británico perdió la vida, y el número financiero de los contribuyentes británicos alcanzó los £ 30 mil millones. La guerra, por otro lado, cobró la vida de alrededor de 200,000 afganos, con solo una fracción de 29,700 en el Reino Unido entre 2021 y 2024 en el Reino Unido. Estas cifras enfatizan las preciosas consecuencias de las decisiones enraizadas en el miedo después del 11 de septiembre.

El legado de Blair está entrelazado con una serie de intervenciones militares en todo el mundo, lo que, según muchos, reflejó un deseo de que Gran Bretaña se afirme en el escenario internacional, a pesar de los riesgos. Los sucesivos líderes británicos, incluidos David Cameron y Boris Johnson, continuaron este patrón de política exterior intervencionista, cada uno tratando de definir el papel de Gran Bretaña en un mundo cambiante.

A medida que salen a la luz nuevas revelaciones sobre la comunicación interna del gobierno, la responsabilidad de Echo requiere más fuerte. La filtración reciente sirve como un recordatorio de la vulnerabilidad de la información confidencial, pero también enfatiza una lección más profunda: el carácter equivocado del compromiso militar a largo plazo de Gran Bretaña en Afganistán. Si el Reino Unido surgirá de este episodio histórico con un concepto renovado de los esfuerzos de la política exterior sigue siendo incierto.



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