Un estudio reciente publicado en la revista Geobiología Revela que los excrementos fosilizados, generalmente llamados coprolitos, son invaluables para comprender la vida prehistórica. Estos restos, algunos que datan de alrededor de 300 millones de años, proporcionan información sobre las dietas y los ecosistemas de animales largos y extintos. La investigación no solo destaca el significado de estos viejos excrementos, sino también cómo han ahorrado datos moleculares complicados en enormes piezas de tiempos geológicos.
El equipo de la Universidad Curtin en Australia se centró específicamente en los coprolitos que han sido excavados desde la ubicación fósil de Mazon Creek en los Estados Unidos, conocido por sus existencias fósiles excepcionales. Inicialmente, los científicos reconocieron que este antiguo taburete contenía colesterol, un marcador claro para una dieta carnívora. Sin embargo, el estudio trató de determinar cómo tales moléculas delicadas habían sufrido la prueba del tiempo.
Tradicionalmente, los investigadores creían que los minerales de fosfato eran los principales responsables de la preservación de los fósiles. Sin embargo, este estudio reveló una alternativa sorprendente: gránulos microscópicos de carbonato de hierro. Estas pequeñas partículas parecen servir como cápsulas protectoras, con las cuales las moléculas orgánicas están protegidas contra la descomposición y garantizan su supervivencia durante millones de años. El Dr. Madison Tripp, quien dirigió la investigación, notó la naturaleza inesperada de este hallazgo y lo comparó con descubrir tesoros ocultos que se habían pasado por alto.
Para verificar la importancia de sus hallazgos, el equipo de investigación amplió su análisis fuera de las muestras de Mazon Creek a copolets de diferentes tipos, condiciones ambientales y períodos geológicos. Esta investigación más amplia mostró que la relación entre el carbonato de hierro y la preservación de la biomolécula no es un fenómeno aislado; Es más bien un patrón recurrente sobre diferentes muestras de coprolitos.
El profesor Kliti Grice, coautor del estudio, enfatizó las implicaciones de este descubrimiento consistente. Ella enfatizó que los minerales de carbonato probablemente han sido jugadores importantes en la preservación de la información biológica en la historia de la Tierra, por lo que una nueva perspectiva está en los métodos utilizados en la paleontología. Con este conocimiento, los investigadores ahora pueden abordar el yate fósil con una estrategia destinada a identificar tipos específicos de rocas que pueden acomodar instrucciones moleculares.
Este cambio en la metodología no solo es beneficioso para encontrar más fósiles, sino que también se está transformando para reconstruir ecosistemas antiguos. La visión de los datos moleculares en los coprolitos permite a los científicos crear una imagen más matizada del pasado, que no solo incluye la apariencia física de los animales, sino también su comportamiento, dietas e interacciones con su entorno.
En esencia, esta investigación aumenta los viejos excrementos de la curiosidad a una rica fuente de perspicacia científica. Los hallazgos sugieren que los coprolitos podrían tener la clave para desentrañar la complejidad de la vida prehistórica, lo que resulta en una visión más extensa de la dinámica ecológica que existía hace millones de años.