Debajo de la superficie de los bosques templados se encuentra un sofisticado ecosistema subterráneo que ha fascinado tanto a investigadores como a científicos. Estudios recientes de instituciones líderes como la Universidad de Cornell y la Universidad de Tohoku han destacado el notable comportamiento cognitivo exhibido por el micelio, la estructura similar a una raíz de los hongos. Esta red demuestra funcionalidades similares a la cognición, la memoria y la toma de decisiones.
La creciente fascinación por las redes de micelios se ve alimentada por estudios que revelan su papel crucial en los ecosistemas. Estas redes de hongos no sólo apoyan la asignación de recursos entre plantas, sino que también contribuyen a la detección ambiental e incluso pueden encontrar aplicaciones en robótica. Este interés interdisciplinario se extiende a los sectores de ciencia y tecnología y conduce a debates sobre inteligencia forestal y redes biológicas.
Un elemento central de esta exploración es el micelio, que conecta árboles y plantas bajo tierra en lo que los ecologistas llaman la «red de madera». Hallazgos recientes indican que las redes miceliales hacen más que simplemente transportar nutrientes; facilitan la comunicación entre árboles, incluido el intercambio de advertencias de plagas y la reasignación estratégica de recursos. Un estudio publicado en Fungal Ecology por investigadores de la Universidad de Tohoku demostró que cuando se les presentaban bloques de madera dispuestos en patrones geométricos, los hongos priorizaban la vinculación a bloques específicos en lugar de extenderse uniformemente. Este comportamiento sugiere una capacidad de aprender y adaptarse en función de estímulos ambientales.
El Dr. Yu Fukasawa, autor principal del estudio, afirmó: «Tienen recuerdos, aprenden y toman decisiones. No es inteligencia humana, pero es inteligencia al fin y al cabo». Estos hallazgos desafían las opiniones tradicionales sobre la inteligencia y revelan una forma orgánica de cognición básica que prospera sin un sistema nervioso central.
En Gran Bretaña, programas de conservación como Life in the Ravines han documentado extensos sistemas miceliales que vinculan diferentes especies de árboles en los bosques de robles. Aquí, los árboles individuales pueden albergar más de 100 socios fúngicos, cada uno de ellos adaptado a diferentes tipos de nutrientes y zonas de raíces. Esta colaboración crea ecosistemas resilientes, donde los hongos desempeñan un papel crucial en la filtración de contaminantes, la defensa contra patógenos y la regulación del crecimiento de los árboles mediante la producción de hormonas.
En estas relaciones simbióticas, los árboles proporcionan azúcares a los hongos (una parte sustancial de su producción de energía) al tiempo que se benefician de una mayor disponibilidad de nutrientes y humedad. La interconectividad a menudo se extiende más allá de las especies, permitiendo que los árboles compartan recursos y apoyen a los árboles jóvenes, lo que sugiere una forma de reconocimiento familiar y ayuda mutua. El resultado transforma el ecosistema forestal en un sistema coordinado y en red, en lugar de simplemente una colección de entidades desconectadas.
Investigadores del Laboratorio de Robótica Orgánica de la Universidad de Cornell están trabajando en la intersección de la micología y la robótica de una manera innovadora. Han desarrollado robots biohíbridos que pueden responder a señales eléctricas generadas por los hongos, lo que supone un avance significativo en la tecnología biohíbrida. En su investigación, el equipo creó prototipos de robots con forma de araña sobre ruedas, controlados por micelio incrustado con sensores. Estos robots adaptaron con éxito sus movimientos en respuesta a la exposición a la luz ultravioleta, lo que demuestra la capacidad de las redes de hongos para detectar cambios en el medio ambiente y provocar respuestas.
El investigador principal, Anand Mishra, explicó que, a diferencia de los sensores tradicionales, el micelio puede responder a una gama más amplia de estímulos, incluidos el calor, la luz y los cambios químicos. Esta posibilidad tiene profundas implicaciones para la robótica, especialmente en la creación de sistemas autónomos que puedan operar en entornos impredecibles.
Estos estudios e innovaciones emergentes arrojan luz sobre los intrincados sistemas inteligentes presentes en nuestros bosques y revelan que bajo nuestros pies se encuentra un mundo que es más complejo e interdependiente de lo que se pensaba anteriormente. La intersección de la naturaleza y la tecnología continúa revelando nuevas posibilidades, redefiniendo nuestra comprensión de la inteligencia y la conectividad en el mundo natural.