Expresidentes honran a Dick Cheney en el funeral de la Catedral Nacional de Washington


Se celebró una importante reunión en la Catedral Nacional de Washington, donde una amplia gama de figuras políticas se reunieron para honrar a Dick Cheney, el ex vicepresidente conocido por su papel influyente pero polarizador en la política estadounidense. El servicio conmemorativo atrajo a ex presidentes y vicepresidentes y brindó un momento de reflexión que superó las divisiones políticas. Notablemente ausente estuvo Donald Trump, quien no había respondido públicamente a la muerte de Cheney el 3 de noviembre y no fue invitado al servicio.

El ex presidente George W. Bush, antiguo jefe de Cheney, pronunció un sincero elogio destacando el «talento y la moderación» de su vicepresidente. Reconoció las considerables habilidades de Cheney al tiempo que enfatizó su falta de ambición para la presidencia. Bush describió a Cheney como «sólido, excepcional y confiable», subrayando su profundo compromiso con la nación. El demócrata Joe Biden, que ha criticado a Cheney en el pasado, también estuvo presente para rendir homenaje al compromiso de Cheney con su familia y sus valores.

Entre quienes rindieron homenaje estuvo Liz Cheney, la hija del ex vicepresidente, quien reflexionó sobre las complejidades del legado de su padre y su relación. Indirectamente hizo referencia a los conflictos pasados ​​de su padre con Trump y expresó la creencia de su padre de que la lealtad al país debería prevalecer sobre la lealtad al partido. El propio viaje político de Liz Cheney ha sido tumultuoso, empañado por su postura contra el movimiento MAGA y su papel en la investigación sobre los disturbios del 6 de enero en el Capitolio.

El servicio sirvió como reunión para muchas figuras prominentes de ambos partidos principales, incluidos los ex vicepresidentes Kamala Harris y Mike Pence, entre otras figuras notables como la ex presidenta de la Cámara de Representantes Nancy Pelosi y el líder republicano Mitch McConnell. La atmósfera era de camaradería, pero también puso de relieve las profundas divisiones dentro de la política estadounidense contemporánea.

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Entre los oradores en el funeral se encontraba el cardiólogo de toda la vida de Cheney, el Dr. Jonathan Reiner, quien habló sobre la batalla de Cheney contra las enfermedades cardíacas y su notable resistencia, afirmando que Cheney era la «persona más tranquila de la sala». Cheney vivió con una enfermedad cardíaca durante décadas y finalmente murió a la edad de 84 años debido a complicaciones de neumonía y enfermedades cardíacas.

En contraste con la naturaleza bipartidista del monumento, la administración Trump y sus consecuencias habían provocado un conflicto significativo con la familia Cheney, especialmente después de las elecciones de 2020. Liz Cheney, quien formó parte del comité que investigó los disturbios en el Capitolio, enfrentó una reacción violenta de su partido por sus críticas abiertas a Trump, incluida una campaña en la que su padre lo calificó de «cobarde».

El monumento refleja no sólo la vida y la carrera de Cheney, sino también los temas más amplios del deber y las responsabilidades del liderazgo en un entorno políticamente cargado. Después de su muerte, la Casa Blanca honró la memoria de Cheney bajando las banderas a media asta, aunque Trump no emitió la habitual proclama presidencial que a menudo acompaña a la muerte de figuras importantes.

Cuando el ataúd de Cheney fue sacado de la catedral, no sólo marcó el final de su vida, sino que también sirvió como un sombrío recordatorio de la lucha y división en curso dentro de la política estadounidense actual. La reunión fue un testimonio del papel complicado pero impactante de Cheney en la configuración de la política estadounidense en una era tumultuosa.



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