Cuando el sol se puso detrás del icónico horizonte de Chicago, las calles del centro estallaron en sonidos de protesta. Los manifestantes se reunieron en cantidades significativas y corearon: “No hay poder como el poder del pueblo, y el poder del pueblo no tiene fin”. Estaban respondiendo al controvertido plan del presidente Donald Trump de enviar tropas a la ciudad, lo que provocó una oposición generalizada y preocupación entre los residentes.
Mientras marchaban por Michigan Avenue, los manifestantes fueron vigilados de cerca por una fila de agentes de policía de Chicago, lo que ilustra el tenso enfrentamiento entre las autoridades locales y las fuerzas federales. Estas divisiones expusieron la creciente brecha entre el gobierno federal y el liderazgo estatal, con ambas partes preparándose para un conflicto potencial. Muchos manifestantes expresaron indignación por las amenazas de Trump de invocar la Ley de Insurrección y describieron la situación como un punto de inflexión para la democracia.
Entre los presentes se encontraba un veterano de Vietnam que señaló el cercano Trump International Hotel y declaró: «Ese idiota de allí, por eso estoy aquí». Su mensaje fue claro: «Lárgate de la Casa Blanca o te echaremos». Otro hombre se unió al descontento y expresó temores de que la nación tuviera una tendencia hacia el autoritarismo. Una anciana compartió sus preocupaciones sobre el futuro de sus hijas y nietas y enfatizó que era necesario actuar, incluso si parecía inútil.
Entre la multitud se encontraba una joven afroamericana que habló apasionadamente sobre las implicaciones de las acciones de control de inmigración y afirmó que separar familias era inhumano. Mientras tonos naranja y rosa iluminaban los rascacielos de cristal, la presencia inminente de tropas de la Guardia Nacional (alrededor de 300 de Texas, que habían establecido una base en un centro de entrenamiento del ejército en las afueras de la ciudad) contribuyó a la atmósfera cargada.
Con sus rostros iluminados por las pantallas de sus teléfonos inteligentes, los manifestantes unieron sus voces y levantaron sus puños, coreando “No ICE, no miedo”, un mensaje claro dirigido a los agentes del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE). “Los inmigrantes son bienvenidos aquí”, repitieron, en respuesta a la postura agresiva del gobierno federal en materia de inmigración.
Esta protesta fue más que una simple serie de cánticos y carteles. Representaba una ciudad inquieta, una comunidad que no estaba dispuesta a permanecer en silencio ante la percepción de extralimitación e injusticia del gobierno. Las tensiones aumentaron mientras los manifestantes se mantenían firmes, encarnando el latido colectivo de una comunidad en resistencia.