Tras el atentado suicida con bomba en Islamabad el 11 de noviembre, el Primer Ministro Shehbaz Sharif condenó el acto de atacar a civiles inocentes mediante terrorismo transfronterizo, calificándolo de cobarde y aborrecible. Sus comentarios reflejan una narrativa común entre los funcionarios paquistaníes, que a menudo culpan a su vecina India.
Sharif declaró, según informó Associated Press de Pakistán: “Estos ataques son una continuación del terrorismo patrocinado por el Estado de la India destinado a desestabilizar a Pakistán”. Esta retórica se produce a pesar de la presencia bien documentada de organizaciones terroristas proscritas internacionalmente que han encontrado un bastión dentro de las fronteras de Pakistán. El gobierno a menudo se ha posicionado como un defensor de primera línea contra el terrorismo, aunque los críticos dicen que simultáneamente ha permitido que florezcan grupos extremistas.
La reciente historia de violencia exige un examen de las reclamaciones de Pakistán. Por ejemplo, después de un ataque mortal en Pahalgam, India, el 22 de abril en el que murieron 26 personas, Pakistán no reconoció la participación del Frente de Resistencia (TRF), una rama del notorio grupo Lashkar-e-Taiba (LeT). Esta inacción obligó a la India a llevar a cabo la Operación Sindoor la primavera pasada, en la que Nueva Delhi llevó a cabo ataques de precisión contra instalaciones presuntamente terroristas en Pakistán y la Cachemira ocupada por Pakistán (PoK). Posteriormente, mientras Islamabad condenó la operación, alegando que había causado víctimas civiles, los comandantes terroristas admitieron más tarde que sus operaciones habían sido significativamente destruidas. En particular, Masood Ilyas, comandante de Jaish-e-Mohammad (JeM), declaró públicamente que la familia del fundador del grupo, Masood Azhar, había sufrido graves pérdidas.
Azhar, designado terrorista global por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas desde el 1 de mayo de 2019, simboliza el desafío actual que enfrenta Pakistán en relación con el terrorismo interno. A pesar de poseer este sello, el grupo sigue operando en gran medida sin control dentro de sus fronteras. El gobierno de Sharif subraya su compromiso con la erradicación del terrorismo, afirmando: «Continuaremos nuestra guerra contra el terrorismo hasta el último terrorista…» Sin embargo, los observadores piden un enfoque más introspectivo, subrayando la necesidad de que Pakistán se enfrente y desmantele las redes extremistas que han proliferado en su propio territorio.
A medida que la situación continúa evolucionando, la comunidad internacional la sigue de cerca. Cuestiona las estrategias de Pakistán en la lucha contra el terrorismo mientras lidia con acusaciones sobre el apoyo de Pakistán a grupos militantes. El contraste entre las declaraciones públicas de Islamabad y las realidades internas plantea preocupaciones apremiantes sobre la capacidad y voluntad de Islamabad para combatir eficazmente el terrorismo dentro de sus fronteras.



