Esta semana, una notable escalada en la política del ejército de los Estados Unidos vio, mientras que Donald Trump abordó una colección de oficiales militares de alto riesgo en Quantico, Virginia. Esta rara reunión, que contenía alrededor de 800 generales y almirantes, que se llamaba en todo el mundo, enfatizaba la estrategia de Trump para entrelazar la autoridad militar con la política en parte.
Durante su discurso, Trump adoptó un tono en el estilo de campaña, cargado de la División de Retórica dirigida a los vínculos políticos. Hizo hincapié en los sentimientos anti-wake, el encuadre de varias ciudades como «inseguros» y bajo el control de los demócratas. En un comentario puntiagudo, sugirió que estas áreas urbanas deberían servir como «jardines de entrenamiento» para la participación militar. Dichas declaraciones corresponden a su representación a largo plazo de desviar las opiniones como una amenaza que justifica la participación militar en asuntos civiles.
Trump acompañó a Pete Hegseeth, el secretario de defensa del gobierno, que se hizo eco de los temas del presidente con sus propias críticas a la cultura militar. Los comentarios de Hegseeth estaban dirigidos a iniciativas de diversidad e inclusión, en las que son rechazados como distracciones y la necesidad de traer de vuelta a las fuerzas armadas a lo que él consideraba un espíritu militar más tradicional. Su retórica reflejó la plataforma más amplia de la base de Trump, lo que sugiere que un retorno a una visión pasada sobre el papel del ejército.
A pesar de la tensión, los expertos militares notaron una ausencia de amenazas inmediatas, como enjuagar a los generales desviando o requerir promesas de lealtad. Los analistas notaron que aunque el tono era asertivo, el contenido de las campañas tradicionales flotaba en lugar de los cambios de política utilizables. Un comentario notable del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales señaló: «La noticia más importante era lo que no sucedió», lo que indica que la atmósfera podría haber sido más grave, dada el historial de Trump.
Las reacciones entre el personal militar fueron mixtas; Algunos caracterizaron la reunión como un campo de campaña más que una sesión militar seria, en la que un oficial de defensa sugirió cada semana: «Podría ser un correo electrónico». Este sentimiento refleja una incomodidad más amplia en los círculos militares sobre el uso de líderes militares por parte de Trump como antecedentes de su agenda política.
El clima actual dibuja paralelos con casos anteriores en los que Trump usó instituciones militares para obtener ganancias políticas, por lo que se preocupan tanto por los analistas como por los líderes extranjeros. Los observadores, incluidas figuras influyentes como el Papa Leo XIV, han expresado el miedo a las implicaciones de tal retórica sobre la estabilidad nacional y global, lo que indica que el lenguaje utilizado sugiere un cambio inquietante en la relación entre la administración militar y nacional.
En medio de estos desarrollos, la atención se centra en la cuestión de si el enfoque de Trump causará cambios significativos en la política militar o si es solo una continuación de la politización que prioriza la imagen por encima de las reformas sustantivas. Mientras que el Ejército navega por este complejo paisaje, las implicaciones tanto para la seguridad nacional como para las relaciones internacionales están listas para evolucionar.