El deber del ejército estadounidense de rechazar órdenes ilegales está bajo escrutinio tras un incidente de ataque en el Caribe


El reciente debate en torno a la legalidad de las órdenes militares se ha intensificado tras informes de que el Secretario de Defensa de los Estados Unidos, Pete Hegseth, supuestamente emitió una orden para “matar a todos” durante una operación militar dirigida a presuntos narcotraficantes en el Caribe. Esta operación, que tuvo lugar el 2 de septiembre de 2025, provocó la muerte de dos tripulantes del barco atacado que naufragaron.

Al analizar las ramificaciones legales de esta operación, es crucial analizar la naturaleza de las órdenes transmitidas a través de la cadena de mando militar. Los informes indican que la directiva de Hegseth fue transmitida al almirante Frank M. “Mitch” Bradley, quien luego ordenó un segundo ataque que resultó en la muerte de los sobrevivientes. La legalidad de estas acciones depende de dos cuestiones clave: la obligación del personal militar de rechazar órdenes ilegales y si dichas órdenes pueden eximirlo de responsabilidad penal.

Según detalles compartidos por el Washington Post y CNN, a medida que los analistas de inteligencia monitoreaban el barco, confiaban cada vez más en que quienes estaban a bordo transportaban drogas. En medio de esta vigilancia, Hegseth supuestamente ordenó que mataran a todos los que estaban en el barco. Si bien CNN notó incertidumbre sobre si Hegseth estaba al tanto de la presencia de los sobrevivientes antes del segundo ataque, planteó preguntas críticas sobre la legalidad de su orden.

Después de que se llevó a cabo el ataque inicial, se encontraron supervivientes aferrados a los escombros. A pesar de su condición, el almirante Bradley ordenó un segundo ataque con el argumento de que seguían siendo objetivos legítimos. Esta situación revela un aspecto fundamental del derecho militar: los soldados están obligados a rechazar órdenes que son claramente ilegales, que en estas circunstancias incluirían directivas de matar a los marineros náufragos, una clara violación del derecho de los conflictos armados.

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El Manual de Derecho de Guerra del Departamento de Defensa etiqueta explícitamente tales órdenes como ilegales, enfatizando que el personal militar debe negarse a cumplir órdenes que violen sus obligaciones legales, especialmente cuando implican quitar vidas inocentes. Además, la opinión predominante en el derecho internacional consuetudinario refuerza esta necesidad al establecer que los combatientes deben desobedecer las órdenes que entren en conflicto con las reglas de enfrentamiento establecidas.

Aquí surge una distinción esencial entre marcos legales dispares que rigen los actos de guerra y el derecho de los derechos humanos. Aunque las recientes acciones militares contra el narcotráfico no entran técnicamente en el derecho de los conflictos armados, se aplican las normas internacionales de derechos humanos y esos ataques mortales, especialmente contra personas indefensas como los supervivientes de naufragios, se clasifican como ejecuciones extrajudiciales.

En cuanto a las órdenes específicas involucradas en los ataques del 2 de septiembre, incluso en un contexto imaginado de un “conflicto armado no internacional”, la prohibición de negar alojamiento –u ordenar ataques contra quienes están fuera de combate– sigue siendo relevante. Esta doctrina jurídica de larga data subraya la responsabilidad de los líderes militares de defender los principios humanitarios independientemente del contexto operacional.

Históricamente, los casos de la Primera Guerra Mundial y la Segunda Guerra Mundial han reforzado la inaplicabilidad de la defensa de órdenes superiores en casos donde la legalidad de las órdenes es evidentemente clara. Los precedentes legales sostienen que seguir órdenes universalmente reconocidas como ilegales no protege contra la responsabilidad.

En conclusión, si bien las acciones tomadas durante la operación del 2 de septiembre no constituyeron crímenes de guerra debido a la ausencia de conflicto armado, las órdenes del Secretario Hegseth y del Almirante Bradley constituyen graves violaciones del derecho internacional de los derechos humanos. Las implicaciones de estas órdenes colocan a las personas involucradas en un riesgo legal ya que deben probar el rechazo de tales órdenes ilegales. A la luz de las normas establecidas del derecho militar, ambas órdenes deberían haber sido rechazadas de plano.



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