Los bolivianos participaron en elecciones cruciales el domingo y votaron por un nuevo presidente y parlamento en medio de considerables disturbios económicos e incertidumbre política. Con un posible cambio a un gobierno de ala derecha por primera vez en más de dos décadas, estas elecciones pueden cambiar drásticamente el panorama político de Bolivia, históricamente dominado por el movimiento del Movimiento de la Izquierda al Socialismo (MAS).
A medida que los votantes fueron a las encuestas, aproximadamente el 30% del electorado permaneció indeciso, lo que refleja un clima de desilusión y escepticismo. Los principales candidatos, Samuel Doria Medina, un empresario multimillonario, y el ex presidente Jorge Fernando «Tuto» Quiroga, estaban casi obligados a estar obligados según los datos de las encuestas. Las leyes obligatorias de votación en Bolivia se aplicaron a los aproximadamente 7.9 millones de votantes elegibles alentados a participar en el proceso electoral a pesar de los sombríos antecedentes económicos, con la inflación de más del 16%.
La atmósfera en los colegios electorales, especialmente en La Paz, se caracterizó por la confusión y la amargura. Muchos votantes expresaron sus frustraciones sobre el estado actual de las cosas, caracterizados por el aumento de la inflación, la escasez de combustible y una sensación de desesperanza. Algunos votantes expresaron sus elecciones como voces para el «mal menor», en el que se enfatizó un electorado decepcionado que se sintió decepcionado por el fracaso de la oposición para presentar a un candidato más atractivo.
Las campañas de Doria Medina y Quiroga enfatizaron el deseo de restaurar las relaciones con Estados Unidos, que se habían deteriorado bajo el ex presidente Evo Morales, quien en 2008 expulsó al Embajador Americano por Tensiones Políticas. Ambos candidatos emitieron las intenciones de atraer inversiones extranjeras, en particular de Israel, y revelar los ricos recursos naturales del país para las empresas privadas. Esta actitud significa un marcado contraste con la política anterior de Morales, que ha nacionalizado los sectores más importantes para financiar programas sociales destinados a reducir la pobreza.
Aunque una vez es una figura poderosa en la política boliviana, Morales, quien se desempeñó como el primer presidente indígena del país, ahora está fuera de juego. Después de años de liderazgo y esfuerzos para fortalecer la infraestructura, para mejorar la calidad de vida de la población rural y una oferta controvertida para un cuarto mandato en 2019, Morales se excluyó a funcionar nuevamente. El actual presidente Luis Arce, un aliado político de Morales, se retiró de la carrera debido a la compra de popularidad y nominado en lugar de su ministro principal, Eduardo del Castillo, en medio de un acuerdo de partido interno. Andrónico Rodríguez, un joven senador con vínculos con la Unión de Agricultores de Coca, también se ha convertido en candidato para MAS.
En una protesta inusual, Morales lanzó una voz cero y alentó a sus seguidores a hacer lo mismo en lugar de apoyar al candidato que es considerado su sucesor. Esta acción tuvo lugar en Chapare, donde Morales estaba rodeado de partidarios que formaron una cadena humana para frustrar cualquier intento de arresto con respecto a los desafíos legales continuos. Expresó la confianza de que una voz cero sustancial podría surgir de la insatisfacción con las alternativas políticas actuales.
La persona que viene de las elecciones será desafíos considerables. Doria Medina y Quiroga han indicado que la necesidad de medidas de ajuste fiscal, lo que implica recortes en los subsidios de alimentos y combustibles en los que muchos bolivianos dependen. Los analistas advierten que tales medidas de austeridad pueden fomentar los disturbios sociales y agravar aún más la situación de la situación de las comunidades indígenas y empobrecidas. La posibilidad de una mayor represión del gobierno se avecina, en particular contra aquellos que protestan contra la participación extranjera en la extracción de litio, una industria que se ha hecho conocida como resultado de las enormes reservas de Bolivia.
Si ningún candidato recibe la mayoría requerida en las elecciones, se llevará a cabo un drenaje el 19 de octubre, lo que marca un retorno a las competiciones políticas de una naturaleza más competitiva en Bolivia. Además, los 130 escaños en los representantes de los representantes y 36 están en el Senado en las elecciones, lo que hace de este un momento crucial tanto para la gobernanza del país como para los procesos democráticos.