El reciente tiroteo que involucró a dos miembros de la Guardia Nacional en Washington ha llamado la atención sobre la compleja historia que rodea el reasentamiento de afganos en Estados Unidos tras la retirada del ejército estadounidense de Afganistán. El pistolero acusado, identificado como Rahmanullah Lakanwal, se encuentra entre los aproximadamente 76.000 afganos traídos a Estados Unidos en el marco de la Operación Bienvenida de los Aliados, que se lanzó después de la caótica retirada de 2021.
Esta iniciativa tenía como objetivo proporcionar un refugio seguro para intérpretes, traductores y otros empleados afganos que habían trabajado junto a las fuerzas estadounidenses durante veinte años de intervención militar. El presidente Joe Biden, quien el año pasado supervisó la retirada iniciada por su predecesor, Donald Trump, enfatizó la obligación de proteger a quienes arriesgaron sus vidas para apoyar los esfuerzos de Estados Unidos en Afganistán. Por el contrario, algunos críticos, entre ellos Trump y miembros del Partido Republicano, han expresado su preocupación por el proceso de investigación de antecedentes de estos refugiados, cuestionando la minuciosidad de los procedimientos de reasentamiento, que consideraban caóticos.
John Ratcliffe, ex director de la CIA, afirmó que la presencia de Lakanwal en Estados Unidos pone de relieve los fracasos en el proceso de reasentamiento, argumentando que el público y los militares estadounidenses merecen una mejor protección contra tales resultados.
Los detalles de los antecedentes de Lakanwal muestran que trabajó con la CIA en Kandahar, una región conocida como un bastión talibán. Su papel exacto aún no está claro, pero históricamente la CIA ha dependido del personal afgano para diversas necesidades operativas durante el conflicto. Después de establecerse en Bellingham, Washington, donde vivió con su esposa y cinco hijos, existen pocos registros públicos de la vida de Lakanwal en Estados Unidos durante los últimos cuatro años.
Las organizaciones de reasentamiento han advertido contra la generalización de las acciones de Lakanwal a la comunidad afgana en general, insistiendo en que las acciones de un individuo no deben manchar la reputación de decenas de miles de personas que se han reasentado legalmente después de rigurosos procesos de evaluación. Shawn VanDiver, presidente de #AfghanEvac, enfatizó que la tragedia no debe politizarse y argumentó que la atención debe permanecer en el contexto más amplio.
Los obstáculos logísticos que enfrentan los afganos que buscan reasentamiento son importantes. Inicialmente, muchos encontraron refugio en ciudades de tiendas temporales en bases militares de todo el país, donde se sometieron a exhaustivos controles de salud y de antecedentes antes de ser trasladados. Los datos del Departamento de Estado muestran que estas familias reasentadas han elegido principalmente áreas con comunidades afganas existentes en las regiones del norte de Virginia y California, junto con otros estados de Estados Unidos.
La situación se complicó aún más cuando Trump recortó los fondos federales para programas de reasentamiento, lo que afectó negativamente el apoyo a los refugiados para servicios esenciales. Su administración intentó restringir significativamente las admisiones de refugiados, alimentando el debate en curso sobre la capacidad y voluntad del país para ayudar a los necesitados.
En este contexto, persisten historias de esperanza. Mohammad Saboor, que trabajó estrechamente con las fuerzas internacionales durante diecisiete años, expresó su gratitud por el reasentamiento en California y compartió sus aspiraciones para la educación de sus hijos y una vida pacífica. Su visión contrasta marcadamente con el discurso político en torno al reasentamiento y subraya el compromiso personal de muchas familias afganas que buscan seguridad y un nuevo comienzo en Estados Unidos.



