La reforma del plan del Reino Unido para recortar los beneficios de los ciudadanos de la UE correría el riesgo de una guerra comercial con Europa, afirma el Partido Laborista


El gobierno británico ha sido criticado por su reciente anuncio destinado a limitar el número de solicitantes de asilo a los que se les permite permanecer en el país. Los críticos, incluido el Partido Laborista, argumentan que este enfoque refleja la retórica de Reform UK, un partido de extrema derecha antiinmigración que ha ganado un importante apoyo en las encuestas de opinión.

En su defensa, los ministros afirman que la posición laborista sobre la inmigración sería aún más perjudicial si ignorara las preocupaciones de los votantes que se inclinan por el partido de Nigel Farage. Sin embargo, los analistas políticos sugieren que cuando los partidos tradicionales adoptan las posiciones de facciones extremistas, a menudo esto empuja a estos partidos a girar aún más hacia la derecha.

En medio del creciente nacionalismo, se espera que Farage revele hoy una nueva propuesta en una conferencia de prensa, dirigida a la inmigración y la austeridad que, según él, podría ahorrar al Reino Unido £25 mil millones al año. El núcleo de este plan incluye importantes recortes a los extranjeros, a saber:

  1. Retiro de beneficios: Reform UK propone privar a los ciudadanos de la UE que viven en Gran Bretaña de la posibilidad de reclamar prestaciones, lo que, según afirman, podría ahorrar alrededor de £6 mil millones.

  2. Aumento del recargo del NHSEl partido planea duplicar con creces el recargo del NHS para los residentes fuera del Reino Unido de £1.035 a £2.718 al año, ahorrando potencialmente otros £5.000 millones.

La reciente sugerencia del gobierno de que sus joyas podrían ser confiscadas para compensar los costos ha provocado críticas generalizadas. Un alto funcionario del Partido Reformista calificó esta propuesta de “vengativa”, aunque muchos creen que es poco probable que la idea genere retornos financieros significativos. En cambio, la estrategia presupuestaria de Farage apunta a desviar miles de millones de los residentes no británicos a ciudadanos británicos, anticipando el apoyo de los votantes en el actual clima de nacionalismo.

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Los laboristas respondieron enfáticamente antes de la conferencia de prensa de Farage, insistiendo en que quitar beneficios a los ciudadanos de la UE podría violar el acuerdo comercial post-Brexit y correr el riesgo de iniciar una guerra comercial con Europa. Un portavoz laborista destacó el impacto potencial sobre los consumidores británicos, diciendo que el plan de Farage podría conducir a precios más altos y poner en peligro las relaciones comerciales con la UE.

A Farage no parece importarle las posibles reacciones de Europa, que sólo considera las amenazas de represalias comerciales como un engaño. Esta percepción recuerda a sentimientos anteriores sobre el Brexit, en los que los proponentes subestimaban la complejidad y la fuerza de sus posiciones negociadoras con Bruselas.

El panorama político actual presenta varios eventos importantes en la agenda, incluidas reuniones de gabinete presididas por Keir Starmer, múltiples conferencias de prensa y debates parlamentarios sobre temas apremiantes, lo que demuestra la atmósfera de alto riesgo que precedió al anuncio de Farage.

A medida que evoluciona el discurso político, queda por ver cómo tanto el gobierno como los partidos de oposición moldean sus posiciones en medio de crecientes divisiones sobre la política de inmigración y sus implicaciones más amplias para las relaciones internacionales de Gran Bretaña.



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